Por Aime Sosa Pompa y Lianne Garbey Bicet
La entrada a su hogar fue como un abrazo acogedor. Una puerta ya abierta nos dio la bienvenida. Ella en persona se aparecía, atravesando las rejas, toda sonrisas. Lennon se colaba entre nuestras piernas, dispersando su energía de buen acompañante, un perro algo viejo, 17 años ya. Rodeada de plantas que parecían despertar de un sueño ligero. Las penumbras de un apagón habanero parecían decirnos que la casa era un museo especial lleno de siluetas, una caleta urbana llena de historias que esperaban ser contadas.