Por Aimé Rosada Puga, estudiante de Periodismo
Fotos: Modesto Gutiérrez Cabo
El sonido de tambores que atraviesa las paredes no la perturba. Esa melodía, inscrita en su ADN, representa la banda sonora de tres décadas de su vida dedicadas a la magia de evocar con movimientos la identidad cultural del pueblo cubano.
Bárbara no sabe resistirse a una canción. Su madre comparte historias de la niña que bailaba en las tarimas de los carnavales hasta el último acorde de la orquesta y brillaba en los matutinos escolares al ritmo del Son Montuno.
Mientras en el escenario de la sala teatral Jagua transcurren los ensayos de Recuento, gala con la que el Conjunto Folclórico de Cienfuegos celebra 25 años de trayectoria artística; en una pequeña oficina su directora, Bárbara Lamí Aguiar, conversa sobre sus primeros pasos en las tablas.
“Gracias a las gestiones de una profesora de mi primaria recibí clases con una instructora de danza de la Casa de la Cultura y me vinculé al Movimiento de Artistas Aficionados de la provincia. Luego, tuve la dicha de formarme profesionalmente en la Escuela Nacional de Danza (ENA), bajo la tutela de referentes como Ernestina Quintana”.
Imaginarla lejos de los montajes coreográficos podría parecer ridículo para quienes desconocen la existencia de un título que la acredita como Licenciada en Comunicación Social.
“Siempre estoy en constante búsqueda de conocimientos. Me apasionan las artes plásticas, el teatro, la música en vivo. La Comunicación Social me ofreció las herramientas para diseñar un espectáculo más cercano al espectador. Aprendí sobre relaciones públicas y mejoré mi gusto estético.
Precisamente, la imagen e identidad del Conjunto Folclórico la hice en tercer año de la licenciatura. “No es una carrera muy diferente a la danza. El marketing te enseña cómo vender tu obra, a gestarla para que transmita un mensaje y el arte es eso: comunicar”.
El proyecto de culminación de estudios de la ENA enlazó su destino a las costumbres musicales que la mayor de las Antillas heredó del pueblo africano.
“Me dieron la tarea de indagar sobre los bailes campesinos en Cienfuegos. Florentino Morales, antiguo historiador popular de la ciudad, me explicó que en La Sabana y Lagunillas eran muy populares las décimas y la famosa tonada Carvajal de Luis Gómez; pero de las tradiciones danzarias no se sabía mucho.
Me comentó que los cabildos de Palmira y Lajas poseían un amplio abanico de conocimientos. Allí descubrí las raíces del folclor afrocubano y cambié mi tema de tesis. “Cuando comencé a trabajar como especialista del Consejo de las Artes Escénicas me propuse investigar esa cultura explícita en la urbe.
Así surge en octubre de 1999 el Conjunto Folclórico de Cienfuegos, con cuatro bailarines procedentes de la Escuela Samuel Feijóo, en Villa Clara, y dos del foco folclórico”.
Con un cuarto de siglo de historia, esta agrupación mantiene su línea estética caracterizada por la teatralidad y la fusión de diferentes géneros danzarios, mientras intenta derribar las barreras del desconocimiento.
“El folclor no recibe la atención que merece como elemento autóctono de la cultura cubana. En las academias los bailarines aprenden estas danzas, pero no les dan toda la información para que las interpreten. Muchos recién graduados huyen de nuestras agrupaciones porque las ven como algo marginal, que no fructifica y buscan otros horizontes.
“También tenemos jóvenes que vienen de compañías de danza contemporánea ignorando estos bailes, y terminan enamorándose de ellos. Precisamente, esa técnica distintiva de la danza cubana que se formó con Ramiro Guerra, proviene del folclor. Las ondulaciones, las contracciones de la cadera son propias de la cultura afrocubana”.
Los comentarios de quienes consideran los bailes folclóricos un arte “solo para negros” son algunos de los prejuicios enfrentados por Bárbara en su crecimiento profesional: “Yo no soy religiosa, pero trabajo con personas que sí lo son.
Desde el surgimiento de la compañía, algunos se alejaron porque no comprendían que yo hago representaciones artísticas del hecho folclórico; la religión está en los cabildos”.
La enseñanza es otra de sus pasiones. Excelentes bailarines y cantantes egresan de sus talleres de verano en la llamada Perla del Sur: “Me gusta contribuir a la formación de los jóvenes, ayudarlos a mejorar un movimiento o a explotar todos los elementos que enriquecen su trabajo.
Desde hace unos años, dirijo la compañía infantil llamada Vida, donde enseñamos bailes populares, técnicas y expresión corporal a niños con habilidades para la danza. Es algo que disfruto mucho”.
Esa labor pedagógica y la experiencia de 32 años de carrera le permitieron crear su propia fórmula de un buen bailarín. Por ejemplo refiere: “Disciplina, constancia, capacidad para escuchar y ser receptivo a las críticas.
La autosuficiencia no tiene lugar en esta profesión; cada día aprendes de quien menos lo esperas y siempre hay detalles por perfeccionar.
“Eso es lo que define al artista. El bailarín puede moverse bien, pero el artista necesita beber de otros conocimientos. Debe interesarse por otras ramas del arte.
“Esfuerzo. El talento nace en ti, pero el cuerpo requiere entrenamiento para conservar esas cualidades. El coreógrafo de la agrupación nunca fue a una escuela de arte. Lo vi por la calle, detecté sus aptitudes y lo invité a uno de nuestros talleres. Hoy es primer bailarín, no solo de esta compañía sino también de la provincia, una persona abnegada”.
Esta mujer siempre está detrás de bastidores, en la revisión de cada engranaje de la gala. Descansar constituye un privilegio para Bárbara Lamí. Asegura que sus pocos espacios de ocio los destina al disfrute de un serial histórico o a unas simples horas en silencio.
“Todo el día estoy rodeada de instrumentos, en mi casa prefiero la tranquilidad”.La misión de llevar sola las riendas de una compañía compuesta en su mayoría por hombres y sostener los pilares de un hogar le otorgó una armadura que cede al mencionar cuatro letras: Alma.
Pequeñas perlas asoman en sus ojos al recordar la imagen de su mayor tesoro. “Alma lleva en su nombre lo que significa para mí. Estudia actuación en Villa Clara y ayer no pudo venir a mi cumpleaños. Siempre busco tiempo para guiarla, conducirla. Aunque el trabajo, la maternidad y el cuidado de sus padres compiten por un espacio en su agenda, Bárbara todavía no concibe su vida lejos de los tabloncillos que denomina su rincón de paz.
“La danza requiere mucho sacrificio, en ocasiones infravalorado. Un montaje conlleva horas y meses de ensayo. El error de un músico, un brazo mal colocado, esos detalles mínimos pueden arruinar una coreografía.
“A veces las personas olvidan que los artistas también somos seres humanos con problemas y preocupaciones. La diferencia es que nosotros al subir al escenario evadimos la realidad y entregamos todo”.
Cuando el bombillo rojo de la grabadora se apaga, Bárbara vuelve a su mundo alternativo donde la herencia cultural de una nación cobra vida entre coloridos trajes, pasión desenfrenada y el ritmo de un tambor.
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