Por Aime Sosa Pompa
Cuando escuchamos o leemos el nombre de Helen Keller, muchas asociamos su historia a la superación, al milagro de aprender a comunicarse sin poder ver ni oír. Pero detrás de esa imagen especial, había una mujer radical, incómoda para su época, con ideas claras y sentimientos fuertes… aunque muy pocos estuvieran dispuestos a atenderla.
Helen no solo fue una mujer con sordoceguera como otras tantas personas de su época que aprendió a comunicarse; fue, para bien de ella, una activa abanderada de los derechos humanos, feminista convencida, socialista militante y defensora de las personas con discapacidad mucho antes de que se empezara a pensar en accesibilidad e inclusión.
Nació un 27 de junio de 1880 en Estados Unidos, perdió la vista y el oído antes de cumplir los dos años por una enfermedad febril y lo que parecía una historia novelesca de un folletín sin final feliz; se convirtió en una leyenda.