Por Marilys Suárez Moreno
Le llamaron el Titán de Bronce. Lo justificaba su figura hercúlea y lo bruñida de su piel broncínea, pero en Antonio Maceo Grajales coincidían no solo el genio guerrero y la integridad de su vida, sino su profundo pensamiento revolucionario y antimperialista. Con sus ideales marcados por estos principios, tuvo una visión preclara de los acontecimientos que ocurrían en su época y se opuso rotundamente a la intervención norteamericana en Cuba.
Este siete de diciembre, pero del año 1896 cayó combatiendo en San Pedro, habanera zona de Punta Brava. Descansaba en su hamaca cuando le avisaron de la presencia en la cercana de una partida española que se había adelantado en sus predios. No lo pensó para empuñar su machete y salirle al encuentro. Ese día selló su caída en combate.




