Después de Melissa hay mujeres sosteniendo territorios con sus manos, sus saberes...
Por Marilys Zayas Shuman
La madrugada del 29 de octubre trajo consigo un viento que parecía querer borrar caminos. En el oriente cubano las casas se estremecieron, los techos volaron, los árboles se inclinaron como si quisieran proteger a quienes dormían. Pero no hubo miedo que paralizara a las mujeres. Ellas se levantaron antes que el sol.
Maritza, madre de tres, pasó la noche en vela, con una linterna en la mano y el corazón alerta. “No podía dormir. Solo pensaba en que el techo aguantara”, cuenta. A su lado, Yanelis, enfermera, convirtió su cocina en posta médica improvisada. “Aquí atendimos a los vecinos con lo que teníamos. No podíamos esperar.”
Las Tunas amaneció con los pies mojados, pero con el alma en movimiento. Las federadas barrieron el lodo, organizaron almuerzos colectivos, cuidaron a los más vulnerables. En cada cuadra, una mujer tejía soluciones con lo que quedaba.





