Por Marilys Zayas Shuman
La madrugada del 29 de octubre de 2025 será recordada como una de las más largas, más oscuras y más despiadadas en la historia reciente del oriente cubano. El huracán Melissa, con categoría 4, atravesó Santiago de Cuba, Granma, Holguín y Guantánamo dejando a su paso techos volando, calles inundadas, paredes temblando y una sensación de vulnerabilidad que se extendió por todo el país.
Pero también dejó palabras. Palabras escritas en medio del viento, del miedo, de la oscuridad. Palabras que no solo registran, sino que abrazan, sostienen, resisten.
Desde Santiago, Susel Domínguez Serrano escribió: "Estoy en el lugar del deber, donde me corresponde. Quizás pudimos hacer más, pero sé que estar aquí no es poco. Me acompañan 12 personas. Unos valientes que aman la TV. Melissa asusta. El viento no sopla, hace ruido. Los cristales se resisten pero pudieran quebrarse. La lluvia no deja de caer desde la tarde, ya hay zonas inundadas y aún no se detendrá. Es un monstruo encima de nosotros."
A las 3:45 a.m. Cuscó Tarradell compartía desde su perfil: "Los techos han rugido, las paredes han temblado, las ventanas se han estremecido, el agua ha incomunicado a nuestra gente, ha ahogado la vida y los bienes, y con ellos, la misma existencia de Santiago de Cuba. La indomable se ha arrodillado ante el estrepitoso huracán. Ni la inmensidad de la Sierra Maestra lo contuvo."
Bertha Mojena Milián desde La Habana, tejía consuelo: "Que esta cadena de insomnio se convierta en pensamientos positivos. Si la noche está siendo dura y larga para nuestros hermanos y hermanas del Oriente, sepan que no están solos... Abracen a los que estén cerca y a los que no tanto físicamente, sientan que los abrazamos también."
Roberto Morejón lo decía claro: "En Cuba esta noche no se duerme. No importa si estás en Pinar del Río o Guantánamo. Todos pendientes del azote de Melissa. Se reza, se encienden velas, se ruega por los de Oriente, por los que esta noche no dormirán y quizás tengan que ver volar sus techos, sus pertenencias, sus sueños..."
Y Beatriz Vaillant, desde Santiago, cerraba con una imagen que aún retumba: "Ruge. Melissa es una leona que ruge sin piedad. Los techos volando. Los vientos están haciendo estragos, con saña. Y no para de llover. Que amanezca pronto."
A las 6:25 a.m. Betty Beatón Ruiz escribía: "No acaba el horror, la angustia, el sobresalto. Desde antes de las 12 de la madrugada comenzaron los vientos fuertes, el rugido, las cosas a desprenderse, volar, caer. Seguimos bajo este bombardeo de la naturaleza. No necesito salir a ver el panorama, de antemano sé será dantesco, o un poco más."
Desde El Cobre, Yasma Jauriga compartía el testimonio del doctor Lionnis Franco, uno de los 17 aislados por la crecida del río y un deslizamiento de tierra: "Estamos resguardados y tratando de mantener la calma. No ha parado la preocupación por nosotros. Los rescatistas llegaron rápido, pero no han podido cruzar. No es necesario exponer vidas humanas. Están haciendo todo lo que pueden." A pesar de la situación inédita, no se reportan pérdidas de vidas humanas.
Y mientras Melissa se movía entre Santiago y Holguín, con vientos sostenidos de 185 km/h y presión de 960 hPa, Marcos Antonio lo resumía con precisión: "Melissa está causando devastadores efectos en nuestra geografía. Esta triste mañana del 29 de octubre, los vientos superan los 110 km/h en varios puntos del oriente cubano."
Estas voces no solo narran. Estas voces sostienen. Porque en Cuba, cuando ruge la naturaleza, también ruge la palabra. Y las mujeres que escriben, que informan, que acompañan, hacen del periodismo un acto de amor colectivo.

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