Holguín no duerme. El huracán Melissa ha dejado su huella: ríos aún desbordados, caminos intransitables, familias desplazadas, techos arrancados, postes vencidos. Pero la provincia no espera.
Se mueve. Se organiza. Se abraza.
Desde helicópteros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) el Consejo de Defensa Provincial recorre el territorio, bomberos y rescatistas trasladan personas enfermas. No hay tregua. Se buscan personas atrapadas, se evalúan daños, se activan los Consejos Populares. La prioridad es clara: salvar, sostener, reconstruir.
En los albergues, la vida se reinventa. Hay niñas y niños que juegan, mujeres que cocinan para muchas, personas adultas mayores que agradecen un vaso de agua y un lugar seguro. La atención es constante: médica, emocional, logística. Se improvisan espacios de cuidado, se comparten mantas, se escucha el miedo y se transforma en compañía.
Y en el centro de todo, las mujeres. No como símbolo, sino como fuerza concreta. La Federación de Mujeres Cubanas (FMC) está en la calle, en las cocinas, en los techos, en los Consejos de Defensa. Está revisando las listas de donativos, en los centros de evacuación, en las brigadas de limpieza. Está en la casa de Belkis Álvarez, que convierte su planta eléctrica en punto de carga para todo el reparto La Aduana. Está en las manos de Paula, en Mayarí, que reparte alimentos cocinados a quienes no tienen cómo prepararlos. Está en las federadas del Bloque “Celia Sánchez Manduley” en Urbano Noris, que limpian el cuerpo de guardia del policlínico “Mario Muñoz Monrroy” sin esperar aplausos.
Elizabeth Martínez Quintero, Secretaria General de la FMC en Holguín, lo dice sin adornos: “Estamos activas en todos los niveles. Apoyamos la evacuación, la atención a las familias, la limpieza, la distribución de alimentos. Y donde no hubo afectaciones, estamos recogiendo donativos. La solidaridad no se detiene.”
Pero esta no es una realidad exclusiva de Holguín. En Las Tunas, el drama se multiplica. En Santiago de Cuba, los vientos arrancaron techos y memorias. En municipios de Guantánamo, la situación es compleja. El oriente cubano entero resiste, activa sus redes de cuidado, allí también mujeres sostienen lo que el viento quiso llevarse.
La recuperación no es solo técnica. Es también emocional. Es el gesto de cargar un teléfono, de compartir un pan, de abrazar a quien llora. Es la certeza de que nadie se salva solo. Holguín está herida, sí. Pero también está viva. Y en cada acción, en cada federada, en cada comunidad que se levanta, late una verdad más fuerte que el viento: aquí, la vida se defiende con ternura organizada.





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