Por Marilys Suárez Moreno
Amamantar al bebé no debe verse solo como la interrelación madre-hijo, algo que de por sí resulta esencial y gratificante para las madres. Ese acto, repetido durante siglos, contribuye a trasmitirle al bebé confianza y seguridad, además de establecer una complicidad íntima, mágica, entre la madre y el fruto de su ser. Caricias, miradas, mimos y arrullos resultan también componentes esenciales de ese intercambio recíproco y necesario para la salud emocional de la criatura.
Lo recomendable es comenzar a lactar al recién nacido a los pocos minutos después de haber nacido, pues la succión logra que baje el calostro, la primera leche, muy escasa, densa y amarilla, verdadero extracto de alimento con elevado valor nutricional, que proporciona gran protección contra las infecciones, además de asegurar los nutrientes precisos para el nuevo ser.