miércoles, 16 de julio de 2025

Responsabilidad y compromiso



Por Marilys Suárez Moreno

Amados y protegidos por su familia, Laurita y Daniel, de cuatro y seis años, respectivamente, viven una infancia plena. Crecen en un ambiente familiar estable y armónico, donde la relación afectiva y formadora entre los miembros del núcleo familiar abarca todas las formas de compartir y trasmitir amor y buenos ejemplos.

Y sin ser ni pretender ser un hogar perfecto, sus componentes tratan de que los pequeños de la casa reciban en este las primeras nociones de convivencia humana, a través del estrecho contacto con el colectivo familiar que los rige.

Normas, conductas, principios, buenos ejemplos, sirven a esta familia de valioso soporte para hacer frente a los más disímiles desafíos de la vida cotidiana y sentar las bases de la formación integral de sus descendientes, sabedores de que es la estructura familiar la encargada de poner orden y disciplina en el hogar, medio propicio para la asimilación de conductas responsables y adecuadas.

De hecho, esta responsabilidad cobra hoy mayor relevancia y demanda también más tiempo, esfuerzos y dedicación por parte de los que comandan la nave familiar.

Algo queda claro, la familia cubana tiene la virtud de colocarse en el centro de lo que ocurre en el país, como parte indisoluble de ese concepto que llamamos nación. Son tiempos no exentos de dificultades, de situaciones complejas y más que nunca la niñez demanda una sistemática atención y protección, lo que incrementa aún más el valor en ese universo del que las mujeres, como madres y cubanas son faro y motor impulsor.

Ver a la familia como una institución tradicional inamovible, sin contradicciones ni diferencias, ajena a lo que ocurre en el barrio y en el país entero es un eufemismo. Creo más bien que ese "refugio emocional" que tenemos en casa y en el que cada componente del núcleo forma parte feliz de la preservación de su armonía, continuará siendo parte intrínseca de la coexistencia humana. Aquí y en cualquier punto del planeta.

Pero esas relaciones tienen sus grandes variaciones, que van desde la forma de satisfacer las necesidades básicas de su descendencia, hasta la manera en que le brindamos afecto y educación.

Tan hermoso derecho lo adquiere la familia mostrando valores y normas de conductas positivas y logrando mediante su influencia educativa formar las más profundas relaciones.

Y sí, siempre hay problemas, situaciones que nos ponen al límite, desafíos no fáciles de vencer, contextos y factores que forzosamente pueden afectar la tranquilidad y el orden de la casa, pero que si se actúa con inteligencia y responsabilidad, se podrá afrontar y educar en un ambiente sano, agradable y racional. La tolerancia y aceptación entre sus miembros, el respeto que nos debemos, resultan, pues, el marco más apropiado para desarrollar en el seno familiar personas equilibradas y felices, como deseamos que sean nuestros descendientes.

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