sábado, 12 de julio de 2025

Avileñas en 26: Mujeres que sostienen el alma de su tierra



Por Marilys Zayas Shuman, Yirmara Torres Hernández, Gabriela Milena Padrón Morejón 

Fotos: Osvaldo Gutiérrez Gómez y Favio Vergara

Hay días que comienzan con el sol y otros que inician en el corazón de quienes deciden sembrar, cuidar, enseñar o luchar. Esta jornada, la primera de varias que iremos hilando en palabras, nos llevó por caminos donde el compromiso social, el activismo desde la tierra y la defensa de la justicia se entrelazaron en voces femeninas que dan sentido a la vida avileña. 

Cada encuentro, cada testimonio, nos abrió una puerta a las infinitas formas en que una mujer puede transformar su entorno con dignidad y sin pedir permiso.

Desde los primeros abrazos en casa de Mayle, donde la sororidad fue más fuerte que el simple intercambio profesional, hasta las historias que germinan en las fincas de Maite y las luchas jurídicas que sostiene Mayra desde su hogar, esta bitácora recoge no solo hechos, sino emociones, certezas y promesas. 

En cada paso dado, descubrimos que no hay mapa más revelador que el trazado por mujeres que no se rinden. Esta es su crónica, y también la nuestra.

Donde el dolor se convierte en esperanza

Este 11 de julio no fue solo una fecha en el calendario; fue el primer capítulo de un recorrido donde la fuerza de las mujeres tejió historias que estremecen. 

Desde temprano, el equipo de la revista Mujeres y la radio Casa Violeta se desplazó hacia el emprendimiento de Maylie Sánchez Jiménez, una mujer cuya labor va mucho más allá de agujas, telas y patrones.

Su emprendimiento textil incluye un gesto de amor inmenso: la confección de prótesis para mujeres operadas de cáncer de mama. La historia detrás de esta decisión conmueve profundamente. 

A los seis años, Maylie vio a su madre, Maryfélix, enfrentar la cirugía que cambiaría sus vidas. Treinta años después, Mary sigue siendo un símbolo de resiliencia, ahora acompañando a su hija en esta noble misión.

Fue ella quien le propuso a Maylie incluir la elaboración de prótesis en el proyecto. Fue también la primera en confeccionarlas. Así nació MaryFé, en honor a una madre que no solo sobrevivió, sino que preparó a su hija para coser, para sanar, para resistir.

Aunque el emprendimiento radica en una comunidad de difícil acceso, el impacto de Maryfé se expande por toda Cuba. Gracias al apoyo de la Federación de Mujeres Cubanas y otras instituciones, Maylie recibe materiales desde distintos rincones del país. 

La red de colaboración crece, al igual que la esperanza que reparte en cada prótesis entregada que a decir de ella son más suaves y menos invasivas que las de silicona, y el costo es mucho menor. Aún así, Maylie sabe que no alcanza. A veces, solo puede entregar una prótesis por mujer, pero lo que ella entrega, además del objeto, es dignidad y compañía.

En su taller trabajan mujeres sobrevivientes, débiles visuales, ex trabajadoras del hogar, y otras que encontraron en este espacio una nueva oportunidad. Allí no solo se crea, se reconstruye.

Entre telas y emociones, Maylie repite una frase que debería bordarse en cada rincón del país: "La mujer más bella es aquella que lucha por su vida."

Las Margaritas de Maite

Cuando el destino se toma licencias poéticas, ocurren cosas como la historia de Maite Cruz Hidalgo. Graduada de física y electrónica, terminó siendo lo que nunca imaginó: ganadera por vocación y líder por convicción. Su vida entre fincas y fórmulas refleja que la ciencia también florece en los campos.

Maite es el corazón del proyecto local "Las Margaritas", una mini industria que transforma la leche en queso fresco —el famoso Margarita— y en una gama de productos que nacen del ingenio y el aprovechamiento total de la materia prima: bebidas con y sin lactosa, yogur, batidos frutales y hasta una “lactonesa”, una salsa sin huevo que reemplaza la mayonesa con leche. 

Todo esto producido con energía 100% renovable, independiente del sistema electroenergético nacional. Una muestra clara de que los emprendimientos rurales y liderados por mujeres también pueden ser sostenibles y modernos.

Pero detrás de los números y los logros, está la vida de Maite. De madrugada, a las 3:20, ya está despierta para recibir a los ordeñadores. A las 5:40, lleva a su hijo cada mañana a la escuela —a 15 kilómetros de distancia— mientras piensa en la gestión bancaria, el punto de venta, y todas las tareas que sostienen el proyecto. Solo en las tardes puede entregarse por completo a la ganadería: revisar terneros, controlar el ganado, verificar la calidad.

Su historia es testimonio de tenacidad frente a los retos del patriarcado en zonas rurales. Con orgullo y firmeza, Maite demuestra que no solo se puede emprender siendo mujer, sino hacerlo con excelencia. Ella es luz propia.

En casa de Mayra

No hay jornada completa sin ese último encuentro que resume el alma del recorrido. Y en esta ocasión, el cierre no fue menos importante: llegamos al hogar de Mayra, “la fiscal”, como ya nos anticipaban con cariño durante el trayecto.

Mayra no es sólo fiscal: es fulgor en medio de las grietas que deja la violencia. Mujer de mediana edad, jurista desde siempre, celosa guardiana de la ley y activista sin descanso. Miembro del Secretariado Provincial de la Federación de Mujeres Cubanas, su vida está entrelazada con el tejido de luchas por la justicia social, especialmente en lo que respecta a la protección de mujeres y niñas frente a la violencia de género.

Desde su sensibilidad jurídica, Mayra ha acompañado casos de dolor profundo, los ha vivido como propio y los ha enfrentado con una dignidad que transforma la fiscalía en trinchera de esperanza. Su casa, compartida con su esposo abogado, no es sólo un espacio físico —es una metáfora de lo que debería ser la justicia: humana, ética, cercana.

Entre talleres, encuentros de superación, y análisis del avance del Programa para el Adelanto de las Mujeres, Mayra representa ese activismo que no se cuelga como medalla, sino que se siembra como raíz. Ha sido propuesta durante tres años consecutivos como Premio a la Obra del Año de la Unión de Juristas, y ese reconocimiento no es sólo profesional: es espiritual.

Al cruzar el umbral de su hogar sentimos que la ética de la justicia en Cuba tiene pulsos vivos, que laten en mujeres como ella. La conversación fue el epílogo perfecto para una jornada donde cada historia sumó un peldaño más en la construcción de una crónica colectiva, donde lo cotidiano se vuelve histórico.

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