Por Lisandra Pérez Coto
Resulta innegable, a la altura de 64 años, la trascendencia de una organización como la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en el empoderamiento, el desarrollo y la atención a las problemáticas de género en nuestro país.
Sería imposible contabilizar cuánto le debemos, quienes nacimos después del triunfo revolucionario, al trabajo y la consagración de mujeres que, tras la figura de Vilma Espín, dedicaron su empeño a garantizar muchos de los derechos de los que hoy disfrutamos.
Hace unos años, mientras participaba en un taller internacional con feministas de todo el continente, fui consciente de ello. Mientras muchas de mis compañeras dedicaban sus esfuerzos a los reclamos por legalizar el aborto en sus naciones; a luchar en las calles por empleos dignos y con igualdad de remuneración; o se empeñaban en articular estrategias para encauzar desapariciones de mujeres víctimas de violencia de género, nosotras, las cubanas de aquel encuentro, justo habíamos acabado de dar el SÍ por el nuevo Código de Familias, una de las leyes más avanzadas de su tipo en la región latinoamericana.
No estoy diciendo que esos derechos de los que gozamos desde que nacimos no sean perfectibles, ni tampoco que su garantía sea únicamente una responsabilidad de la organización. Precisamente, por lo que significan es necesario dirigir hacia ellos toda la atención, cuando no funcionen como corresponde.
Si algo hemos aprendido en estos años de la realidad cubana y también del contexto internacional, es que no hay derechos irrevocables. Si no, que hablen las mujeres que se han visto afectadas por el cierre de decenas de clínicas de aborto en EE. UU tras la revocación en 2022 del caso Roe vs Wade, que hace retroceder al contexto de hace más de 40 años, cuando cada Estado norteamericano era libre de autorizarlo o no, con los enormes riesgos que ello implica.
Está claro que siempre habrá mucho trabajo por hacer, por mejorar, pero si llegamos hasta aquí, con elevadísimos porcentajes de representación dentro de la fuerza técnica y profesional del país (34.5% y 61.7%, respectivamente), si de manera paulatina hemos ganado espacio y ocupado cargos de dirección hasta alcanzar cifras cercanas al 40%, o si nuestra representación dentro del Parlamento cubano es superior a la de los hombres, ha sido porque la FMC y las feministas que nos antecedieron dejaron en esas conquistas una huella que difícilmente se consiga borrar.
Gestada en 1959, la FMC colocó a la mujer cubana, por vez primera y de manera masiva, en un camino de liberación y de incorporación plena al desarrollo social. Una ruta solo transitada antes por unas pocas precursoras y patriotas.
Antes de ser fundada la FMC, existían diversas organizaciones que agrupaban a las mujeres partidarias del proceso revolucionario cubano. Entre ellas figuraban Unidad Femenina Revolucionaria, que aglutinaba a un gran número de mujeres campesinas; la Columna Agraria, las Brigadas Femeninas Revolucionarias, los Grupos de Mujeres Humanistas, Hermandad de Madres y otras que se fusionaron en esta nueva y única organización femenina.
Aquel 23 de agosto de 1960, la naciente FMC se trazó como objetivo principal la incorporación de la mujer a la sociedad y al empleo, así como al programa de cambios sociales y económicos en marcha en el país, objetivos que fue ampliando con el tiempo y que abarcan en la actualidad su asesoría y liderazgo en todos los proyectos, estrategias y programas de gobierno que sobre temas de género se gestan e instituyen en Cuba.
No ha sido un camino de rosas. Han sobrado campañas de descrédito, ataques a sus dirigentes y cuestionamientos sobre su funcionalidad. No es perfecta, eso lo sabemos, pero cuando se habla de feminismo en Cuba y en el continente, es imposible negar la historia de la FMC.
¿Es un trabajo acabado el de la FMC en Cuba? Por supuesto que no.
Patención a las circunstancias de pobreza y vulnerabilidad que afectan a mujeres de la tercera edad, tras la crisis económica y social de los últimos años.
Se trata, en esencia, de recuperar ese protagonismo social que hoy necesitamos, de seguir, ahora más que nunca, haciendo honor a esas frases tan simbólicas de Fidel cuando hablaba de convertir en hazaña el esfuerzo cotidiano y de seguir siendo una revolución dentro de la Revolución.
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