Volteando la cara hacia la historia, encontramos la valoración de una mujer negra, sin más identidad que su propio nombre y el orgullo de su raza hecha…
Por Marilys Suárez Moreno
Desconozco su lugar de origen, fecha de nacimiento, muerte y otros muchos datos de su vida; aunque presumo que Pastora Mena, el personaje que honra esta sección Mujeres con Historia, nació en los años finales de 1800 y principios de 1900. Su manera de expresarse, la claridad de sus ideas y reflexiones hablan de una persona culta, educada y con pensamientos propios; de una mujer de luces, aunque en su época no la vieran así.
“Respeto algunas opiniones, porque también tengo las mías, a pesar de mi sexo”, escribió pastora Mena, el nombre de nuestra protagonista, refiriéndose a la prestigiosa organización Independientes de Color, de la que ya hemos comentado en este mismo espacio y que tanto ella como otras muchas mujeres de su raza enaltecieron con sus criterios y la determinación de honrarla.
La voz de Pastora, como la de tantas y tantas mujeres marginadas por cuestión de sexo y raza, tuvo eco en el periódico Previsión, que las publicó entre 1908 y 1910 y, de cierta manera, nos acercaba en sus ideas y reflexiones al mencionado Partido Independiente de Color, que fundara Evaristo Estenoz con la intención de luchar políticamente por los derechos de los cubanos negros.
La organización de marras planteó la aplicación de medidas muy convenientes para los hombres y mujeres de los diversos sectores de aquella sociedad prejuiciada, partiendo del principio de que todos los ciudadanos disfrutaban legalmente de los derechos incluidos en la Constitución.
Sin embargo, el Partido Independiente de Color no diseñó un programa particular para la mujer y mucho menos para las mujeres negras y mulatas, pero unas y otras se identificaron rápidamente con las ideas de Estenoz y sus principales líderes.
“Cómo es posible detener el sol en su carrera? ¿Cómo mandar al corazón que contenga sus latidos ni al cerebro que deje de crear fantásticas imágenes? Todos los actos que tengan por lema la razón y la justicia tienen que hacer eco en el corazón de los hombres sensatos: y aunque algunos determinadamente no den su aprobación, porque tengan sus miras particulares, allá, en el fondo de sus almas, sienten lo mismo que los demás.
“Nada hay imposible en el problema dificilísimo de la vida, cuando se tienen abnegación y paciencia, y estamos convencidos de que buscamos la realización de una obra benéfica para todos”, aseveró en el rotativo la mencionada mujer.
Pastora Mena no se estuvo con cortapisas cuando añadió: “En las clasificaciones de razas que han hecho algunos naturalistas, juzgan con poco desarrollo nuestro cerebro; por eso será que casi siempre nos colocan en última fila, sin tener en cuenta que la civilización todo lo modifica y que, según el agua contribuye al desarrollo de las plantas, así también el estudio desarrolla la inteligencia, siempre que el hombre conserve en estado armónico todas sus facultades”.
Para esta mujer de obvia e indiscutible inteligencia, era necesario que Cuba contara con hombres de color como el referido Evaristo Estenoz y Pedro Ivonet, ambos jefes mambises y líderes de la agrupación Independientes de Color y muertos también por esa causa.
En su carta al periódico Previsión, Pastora Mena aseguraba a modo de conclusión: “ En Cuba se cuenta con hombres de color que abrazan todas las esferas del estudio científico, y eso demuestra que nuestro cerebro es susceptible del mismo desarrollo y fructuoso cultivo que el de la raza blanca”.
Lógicamente, los criterios de esta mujer negra y la de las otras muchas de su raza en aquellos tiempos llenos de prejuicios, machismo, racismo y otras segregaciones, distaban mucho aún de pensar en un activismo más pujante entre las mujeres negras y mulatas.
Razones de odio, discriminación, intransigencias, fanatismo y patriarcado mellaban los cimientos de aquella sociedad nacida ya a la república, pero coartada en su obrar de justicia y derechos para los cubanos y las cubanas independientemente de su color, ideas y credo.
De haber nacido en estos tiempos, hubieran sido otras las vidas y el protagonismo para Pastora Mena --una mujer de natural inteligencia, cultivada autodidacta quizás-- y tantas y tantas mujeres negras y mulatas nacidas en aquellos años en que estas eran juzgadas con poco desarrollo intelectual, porque eran vetadas para la enseñanza siquiera elemental y sin más miras que las del trabajo doméstico y la de procrear. Realidad diferente a la de hoy, cuando las mujeres se agrupan en una organización femenina que no las discrimina por razones de raza, credo o de cualquier índole.
Pero hubo de triunfar una Revolución, nacer una Federación de Mujeres Cubanas y dejar de lado muchos atavismos sociales --no todos los que quisiéramos, se entiende--, para que cubanas negras, mulatas, blancas y de cualquier mestizaje ascendieran por derecho propio a los más empinados escalones del trabajo, la ciencia, el arte, el deporte y hasta la política.
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