domingo, 6 de julio de 2025

La sal de la Patria



Por Marilys Suárez Moreno

La inmensa obra realizada por Martí para unir a la cubanía y preparar la nueva guerra, culminó el 24 de febrero de 1895. Ese día comenzó la lucha que nos independizó de España y que, finalmente, concluyó con la intervención yanqui, en lo que la historia recoge como la primera guerra imperialista del mundo moderno: la guerra hispano-cubano-norteamericana.

Al llamado de la contienda que el Héroe Nacional de Cuba llamó necesaria, los cubanos y las cubanas se alzaron nuevamente en armas. A diferencia de la Guerra Grande (1868-1878), la nueva etapa de lucha tuvo desde el inicio un carácter democrático popular. Mientras en 1868 el movimiento estuvo dirigido por hacendados y ricos terratenientes, en 1895 fueron fundamentalmente las clases humildes del país las que llevaron sobre sus hombros la dirigencia de la guerra.

Con paciencia e inteligencia, Martí creó el ambiente político favorable al independentismo en el exilio y logró convencer a todos los generales de la primera guerra, entre ellos los heroicos hermanos Antonio y José Maceo y el Generalísimo dominicano-cubano Máximo Gómez, para su reincorporación a la lucha.

También ellas acudieron al combate y junto con sus hermanos, hijos, esposos, confirmaron con su presencia la sustancia identitaria de la que nacieron. Mujeres como Luz Palomares, una veterana del 68, cuyo valor la hizo alcanzar el grado de capitana del Ejército Libertador, o como Rosa Castellanos, La Bayamesa, capitana de Sanidad Militar, dedicada con amor a cuidar enfermos y heridos.

Figuras como Magdalena Peñarredonda, quien una y otra vez cruzó la trocha enemiga llevando correspondencia para el general Maceo; Isabel Rubio, quien con 58 años fundó un hospital ambulante en la que colaboró una tropa femenina que la acompañaba en tan riesgosa misión y, sorprendida por el enemigo, fue herida y hecha prisionera, falleciendo tres días después de su captura. Y qué decir de la Capitana Adela Azcuy, quien, participó en casi 50 combates. Su quehacer fue muy reconocido por los jefes mambises.

Otros muchos nombres de heroicas mujeres, unas más conocidas que otras, se unieron a las mencionadas. Como hicieron en la llamada Guerra Grande, Ana Betancourt, la precursora de los derechos de la mujer en Cuba, María Cabrales, la mambisa esposa de nuestro lugarteniente general Antonio Maceo Grajales y su propia madre, Mariana Grajales, quien hizo jurar a sus hijos y esposo fidelidad a la Patria y luchar hasta vencer o morir y con toda su familia marchó como la primera a la manigua redectora.

Muchas otras, conocidas o no, batallaron contra el colonialismo español. Unas afiliadas en clubes revolucionarios, otras como mensajeras, enfermeras, informantes o en el propio campo de batalla. Nombres como Amalia Simoni, la amada esposa del mayor Ingacio Agramonte y Loynaz y Candelaria ( Canducha) Figueredo, la hija adolescente del autor de nuestro Himno Nacional, quien fue la abanderada de la División Mambisa que, triunfante, recorrió las calles de Bayamo, tomada antes por las huestes mambisas a cuyo frente iba Carlos Manuel de Céspedes, el caudillo que llamó a los cubanos a alzarse en armas el 10 de Octubre de 1868.

Las gestas de 1868 y la de 1895 encendieron en su tiempo la llama que no cesó nunca, pues cada generación supo aportar sus héroes, sus mártires, en un prolongado relevo por reivindicar para la Patria su definitiva y total independencia.

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