Monumento a Celia Sánchez Manduley en Manzanillo
Por Marilys Suárez Moreno
Media Luna, tierra bañada por las aguas del Golfo de Guacanayabo y patria chica de Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley no olvida a la mujer que allí nació un 9 de mayo de 1920. El padre, Manuel, médico y dentista de profesión, había asistido al parto de su esposa, Acacia, como era habitual en un hogar adelantado a la época por sus costumbres.
La comunicación familiar, los ideales liberales y la solidaridad de Manuel con los vecinos del lugar, así como la alegría de Acacia y el alboroto constante de sus nueve hijos, era dicha continua para aquella familia del Oriente del país. Tenía cuatro años cuando murió su madre a causa del paludismo y su padre se dedicó por entero a la crianza y educación de sus vástagos. En ese ambiente de dedicación y entrega, de patriotismo y buenas costumbres creció la pequeña Celia, cuya personalidad fue perfilándose y enriqueciéndose.
Hurgar en sus cualidades seria como bucear en la sencillez, la cordialidad, la ternura, aunque muchas, muchas más, fueron las virtudes que la adornaban y que honraban sus raíces cubanas. Sin ella, quizás nunca se hubiera podido reflejar la épica revolucionaria porque detallista como era, guardó siempre con celo singular el más simple papelito o nota que llegaba a sus manos, tanto de Fidel como de algún campesino o combatiente guerrillero.
Desde entonces estuvo al lado de la Revolución y en el reagrupamiento inicial en Cinco Palmas del pequeño destacamento de expedicionarios, su apoyo fue inestimable, pues fue la mujer que incorporó a la guerrilla a los primeros campesinos y también la primera en empuñar el fusil como guerrillera.
La Historia me Absolverá, en cuya distribución en Manzanillo participó, le reveló el alcance programático del movimiento gestado en el Moncada. Desde ese momento, no hubo episodio de la lucha en la que ella no estuviera. No cesaría la comunicación con Fidel, al que se había ligado desde la salida de los moncadistas de la prisión, en 1955. Su trabajo permanente junto a Fidel es, según el desaparecido revolucionario y ensayista Armando Hart, uno de los hechos más tiernos, hermosos, humanos y revolucionarios de toda la historia de Cuba.
El propio Hart la calificó como la flor más autóctona de la Revolución., el día de su entierro, el ll de enero de 1980. “Era la fibra más íntima y querida de la Revolución Cubana”, ‘dijo entonces.
En su carácter se integraron la dulzura, el afecto, la ternura, con la más rigurosa exigencia en los principios que sustentaba. Los que la conocieron de cerca nos dan la estatura de la heroína desde la distancia del tiempo, calificándola como una mujer de espíritu inquieto y carácter decidido; sensible y acuciosa en extremo. Amante, por demás de la naturaleza y con un gran sentido de la honradez y la ética, Celia heredó de su padre su patriotismo y rebeldía, así como la proyección humanista y martiana que guiaron sus pasos.
Su entrega a la lucha revolucionaria fue completa y absoluta desde el primer momento. Su excepcional intuición, sensibilidad e inteligencia, unido a su valor personal, demostrado en los días mas difíciles de la guerra y su lealtad a Fidel, quedaran para siempre en la historia. De hecho, su vida estuvo llena de detalles, pequeños o grandes, pero que la singularizaron en el tiempo. Gustaba de las flores y de los amaneceres y era la más feliz de las mujeres cuando alguien del pueblo decía: “Voy a escribirle a Celia, ella no desampara a nadie”
En su consagración a la causa revolucionaria, primaba su pasión e interés por mantener siempre vivo el contacto con el pueblo, donde encontraba aliento y razones para continuar su trabajo cotidiano. Cuánto mucho hacia, lo impulsaba tan combativa como silenciosamente, con modestia y altruismo. Y sin haber parido nunca, amparó a niños huérfanos de la guerra a los que crió como propios.
Aquella mujer de modestia y ternura innatas que impulsó legislaciones de Seguridad Social para las trabajadoras y campañas por la incorporación femenina al estudio, que fue diputada y miembro del Consejo de Estado y que era conocida por su extraordinaria preocupación e inquietud por las opiniones e intereses del pueblo, no relegó jamás el interés de su nexo inmediato con las masas, interesándose, además, porque los cuadros de dirección del Partido y el Estado se relacionaran con la población y accionaran sobre los problemas en los cuales tenían responsabilidades.
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