Por Gabriela Orihuela
Si te preguntas qué es la bioética, la respuesta puede ser encontrada en el pensamiento de Gilbert Hottois, profesor belga de filosofía en la Université Libre de Bruxelles, cuando la definió como «la ciencia de la regulación de la ciencia, lo que le permite involucrarse en múltiples aspectos vitales tales como el análisis de los progresos científicos y su acceso a la población.
«La necesidad de protección de los seres humanos y los animales durante la experimentación, la creciente necesidad de defender el medio ambiente amenazado por los mismos “avances del ser humano”, por supuesto, la elaboración de políticas públicas en salud que sean justas e incluyentes», concluyó.
La bioética se ha convertido, de acuerdo con la investigadora y feminista Laura Belli en su texto Repensando la bioética: aportes desde el feminismo, en un campo «interdisciplinario que contiene un conjunto de áreas de estudios que incluyen la filosofía, la medicina, el derecho, la antropología y otras ciencias sociales y biológicas, que permiten una mirada más completa de los problemas sobre los que reflexiona esta disciplina».
En el trabajo Consideraciones éticas en la atención gineco-obstétrica de la adolescente en relación al Código de las Familias (2023) se declararon cuatro principios generales de la bioética: justicia; no maleficencia; beneficencia y autonomía.
Pese a la indudable claridad y acierto del planteamiento anterior, puede ser monótono el análisis bioético desde la teoría; sin embargo, desde la revista Muchacha y Mujeres —que pertenecen a la Editorial de la Mujer— hemos tenido contacto con determinados temas de las sexualidades que pudiesen contar con una mirada desde la bioética, tales son los ejemplos del embarazo y aborto adolescente, la violencia de género, los estereotipos y roles de género.
En efecto, desde la comunicación pudiera examinarse la bioética a través de las prácticas cotidianas.
Los ejemplos más recientes, de estas dos revistas, pertenecen a las campañas comunicativas YaNoMás y Que no se rompan tus sueños. Ambas son respaldadas por el trabajo comunitario realizado por la Editorial de la Mujer.
Desde esta labor, son indispensables cuatro elementos para un correcto actuar: la postura ética, el empleo del enfoque de género y de derechos y, por supuesto, el carácter interseccional que debe presentar esta perspectiva.
La ética como principio rector del trabajo comunitario, pues, durante estos talleres, se llegan a conocer historias sensibles que, desde la práctica periodística, deben ser tratadas con cuidado y respeto.
No compartir información que pueda dañar la imagen de adolescentes y/o personas sobrevivientes, tampoco exponer sus rostros o confidencialidades son ejemplos claves para el buen tratamiento periodístico; asimismo, no debemos juzgar, enjuiciar o señalar a quienes participan en los talleres y exponen sus dudas, problemas o criterios.
De igual modo, resulta importante abordar la bioética con una mirada de género. Laura Belli también explicaba que «cuando la supuesta universalidad del término “hombre”, como sujeto de la teoría ética, se desliza desde el significado neutral de “persona” al de “varón”, son las mujeres (junto con otras identidades no hegemónicas) quienes sufren las peores consecuencias».
Las ciencias fueron construidas por y para los hombres. Las mujeres quedaron relegadas a otros quehaceres y, por tanto, separadas, de la construcción del conocimiento científico.
No es nada sorprendente que los pasos incipientes del acercamiento femenino a esta ciencia, vengan para buscar, impartir y transmitir conocimientos acerca de la reproducción, el tema de los cuidados y los roles de género asumidos por hombres y mujeres.
En nuestros talleres en la comunidad hemos encontrado situaciones complejas, ejemplo de esto ha sido que cuando vamos a compartir sobre embarazo y aborto adolescentes, las escuelas o en la comunidad solo citan a las adolescentes mujeres. ¿Acaso no les interesa o no lo necesitan los adolescentes varones?
También varias de las adolescentes participantes en los encuentros han tenido que salir o faltar a ellos porque realizan las labores domésticas o están al cuidado de sus hijos e hijas. No hay dudas, los cuidados siguen siendo feminizados y los roles y estereotipos de género marcan y limitan la vida de las personas.
Desde la comunicación debemos ser responsables y no continuar reproduciendo estas miradas machistas y patriarcales que fomentan la desigualdad.
Los derechos humanos son derechos inherentes a todos y todas, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua o cualquier otra condición.
No obstante, son violados en disímiles territorios. En las adolescencias se invisibilizan sus derechos —en especial sus derechos sexuales y reproductivos—, donde se manifiestan sus libertades en cuestión de identidad, expresión y orientación de género, del mismo modo, libertades relacionadas con el aborto y el embarazo a destiempo.
Otro de los derechos fundamentales ignorados y, en ocasiones, olvidados, es el de la autonomía que tiene cada ser humano, incluyendo los y las adolescentes.
El nuevo Código de la Familia (2021) se proyectó al respecto cuando planteó que el derecho de la infancia y la adolescencia en el ámbito familiar se expresa al ser «escuchados conforme a su capacidad y autonomía progresiva y a que su opinión se tenga en cuenta, en la participación en la toma de decisiones familiares que atañe sus intereses, a la corresponsabilidad parental, a recibir acompañamiento y orientación en consonancia con la evolución de sus facultades para el ejercicio de sus propios derechos».
La buena práctica periodística exige que reconozcamos sus voces y diversidades, que no se imponga, ignoren o tergiversen sus sentires.
La perspectiva de género le adiciona una palabra importante a la bioética: vulnerabilidad. «La vulnerabilidad es un principio de la Bioética reconocido en la Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO», comentó el doctor Alberto Roque en su artículo Sexualidades no heteronormativas, vulnerabilidades y ética de protección (2018). «La bioética de protección, desde la corriente biopolítica, debe abogar por el reconocimiento de las diferentes capas de vulnerabilidades que afectan a las personas con sexualidades y géneros no heteronormativos», agregó.
Pero las vulnerabilidades no atraviesan o se ven reflejadas solo en personas con sexualidades no heteronormativas, sino en todas las personas, ya sea por su color de piel, etnia, edad, sexo o género, capacidades y/o discapacidades, posición económica y territorialidad. Este enfoque, el interseccional, es necesario puesto que nos ayuda a visibilizar, conocer y estudiar las poblaciones que trabajamos.
La comunicación debe regirse por varios enfoques —ya mencionados— y principios como la solidaridad, la empatía, la justicia social, el reconocimiento de libertades, autonomía, voces, pluraridad y diversidad.
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