Por Marilys Suárez Moreno
Infantes, algunos de cinco y seis años, juegan en las calles, incluso a altas horas de la noche, violando horarios de baño, estudio, comidas y sueño y molestando también a la mayoría de los vecinos de la cuadra. Y la preocupación nos asalta a todos y todas, no solo por los peligros a que se exponen, sino por la excesiva confianza o irresponsabilidad de muchos de los progenitores de esos menores.
Para lograr una adecuada educación se necesita de un trabajo educativo continúo y consistente y, a la vez, lleno de comprensión y ternura. Y es que no se puede someter al niño o niña a una disciplina excesiva, pero tampoco se debe dar rienda suelta a sus actividades y antojos.
Disciplina significa métodos, pautas, orden. Equivale a enseñar, no a castigar por castigar. Es más importante lo que se muestra y ejemplifica en cada ocasión que la reacción al incidente mismo. Y en las edades primeras de la vida, en específico, niñas, niños y adolescentes deben saber a lo que se exponen y exponen a sus familias cuando salen a jugar a la calle, parques o a deambular por ahí, a veces hasta sin permiso o conocimiento de los padres, tutores o familia que ignoran su paradero.
De hecho, la indisciplina atrae la malcriadez. Si se les permite una vez que salgan, sin tomar en cuenta lugar y horas en que lo hace, ya querrá hacerlo todo el tiemplo, pues otros muchachos lo hacen. Y los padres se ven estancados en la indecisión. De ahí que las pautas deben ajustarse a la realidad de la disciplina hogareña y a las razones que se le diga. Por tanto, resulta indiscutible la responsabilidad de las familias en el cuidado y protección de sus integrantes más pequeños.
Sin un verdadero vinculo de amor y respeto, los ejemplos y patrones que se brindan en el hogar carecen de un verdadero sentido educativo y formador, al no comprometer emocionalmente a la niña o el niño. Relaciones que no son sinónimo de mimos excesivos ni permisivos y mucho menos de una excesiva sobreprotección.
Amar no significa sobreproteger, complacer en exceso, permitirles hacer y deshacer cuanto se le antoje, esto hace más daño que bien y está muy lejos de propiciar la felicidad al propio infante y a la familia.
Las formas de disciplinar y dar amor varían, pero han de estar siempre presentes, porque el infante necesita saberse querido, aceptado y cuidado.
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