jueves, 7 de diciembre de 2023

Una vida, una epopeya

 


“Quien intente apoderarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha".  Antonio Maceo


Por Marilys Suarez Moreno

Dos días después de iniciada la Guerra de los Diez Años (1868-1878) se incorpora Antonio Maceo junto a sus hermanos Justo y José a la guerra por la independencia. También lo hicieron Mariana Grajales, su heroica madre, Marcos Maceo, el padre y su esposa María Cabrales.

Para entonces era un joven mulato de solo 23 años y muchos ímpetus. Todos los integrantes de aquella familia de héroes, tanto hombres como mujeres, fueron tomando su puesto de combate en la manigua redentora.

Pero ¿qué motiva a un hombre y a mujeres como su propia madre y esposa se involucren en una guerra tan feroz, que le provocará tantos sinsabores y pérdidas familiares dolorosas, y que nunca pudo ver terminada?

Maceo era poseedor de una grandeza inigualable y la familia donde nació y se crio no le iba a la zaga. A él y a su gente les unía un sentimiento común: ver libre, sin yugos o ataduras de ninguna especie, a su patria.

Tras 28 años aureolados por sus múltiples combates y triunfos guerreros, caería en los campos de San Pedro, Punta Brava, en La Habana. Era el 7 de diciembre de 1896 y para entonces, sumaba 119 acciones de guerra y su cuerpo de Titán de Bronce, lo marcaban otras decenas de huellas dejadas por las balas que lo habían atravesado, abriéndose paso con el filo de su machete.

Se había enrolado como simple soldado en la guerra y antes de que llegara el alba de ese primer día de su alistamiento con su hermano José, tan bravo como él, en Tí Arriba, la bisoña tropa cubana estaba en combate. Su audacia y el valor demostrado en el enfrentamiento, le ganaron un primer ascenso a sargento y en menos de un año de comenzada la lucha, ya Antonio era teniente coronel y mostraba su primera herida de guerra.

De hablar pausado y mesurado en sus juicios, mucho aprendió Maceo con Máximo Gómez, quien fuera el maestro militar del corajudo joven. Juntos, libraron campañas militares y acciones de guerra de gran envergadura.

En referencia a Maceo y a su posición ante el Pacto del Zanjón, se acota esta idea del Generalísimo dominicano: “Existe negociación cuando se hacen concesiones que no afectan los intereses del pueblo. Cuando se hacen concesiones hay capitulación”.

El combate y la pelea sin tregua convirtieron a Antonio Maceo en uno de los más valientes generales del Ejército Libertador y en un consumado estratega.

El Titán de Bronce no solo era ímpetu, sino también sagacidad y astucia, puestos de relieve en las numerosas acciones combativas en las que participó a lo largo de 28 años de épicas batallas.

Era también un hombre de principios, decente y muy humano. El Mayor General Antonio Maceo representante de la postura más radical y digna de los cubanos que luchaban por la independencia, tras conocer el Pacto del Zanjón, firmado por sus iguales, se llenó de indignación y protagonizó un hecho que quedó plasmado en la Historia de Cuba: La Protesta de Baraguá.

En un lugar de Oriente cubano conocido como Mangos de Baraguá, se entrevistó con el teniente general del Ejército Español Arsenio Martínez Campos, quien trató de convencer a Maceo de lo conveniente de firmar el referido Pacto y que no cumplía ninguno de los objetivos que llevó a cuna a la guerra, entre ellos la abolición de la esclavitud y una paz sin libertad.

El 7 de diciembre de 1896, el Lugarteniente general Antonio Maceo Grajales libraba su último combate en la hazaña militar de la Invasión que aseguró el triunfo de las fuerzas mambisas frente el colonialismo español. A su lado, intentando rescatar su cadáver, dejó la vida su joven ayudante e hijo de Máximo Gómez, Panchito Gómez Toro.

El pensamiento y acción del hombre que dedicó su existencia a la libertad e independencia de Cuba, están presentes. Su vida fue una epopeya.

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