Por Marilys Suarez Moreno
Nació en la oriental provincia de Holguín, el 8 de diciembre de 1819 y era aun una adolescente cuando se casó con Ramón García, el padre de sus ocho hijos.
Lucia Iñiguez Landín era una mujer de puro temple, por eso no lo pensó dos veces cuando la campana que repiqueteaba en el ingenio La Demajagua llamando a la guerra, despidió a su hijo Calixto cuando éste se alzó en armas, siguiéndolo poco después.
En la campaña guerrera, la madre de Calixto realizó múltiples tareas hasta que fue capturada y desterrada a La Habana. El brío de la osada mujer se puso de manifiesto cuando el general Calixto García, herido y prisionero fue enviado a la cárcel de Madrid. Y allí marchó la madre heroica para prodigarle los cuidados necesarios. Trasladado a la cárcel de Pamplona y luego a la de Alicante, Lucía se las arregló para llevarle a cada una de esas penitenciarias las ropas, medicinas y alimentos que necesitaba su hijo, a la sazón enfermo.
Es verídica la anécdota que la retrata. Viviendo ella en su casa del Cerro, en La Habana, un día no precisado de diciembre tocó a su puerta un oficial español. Le comunicó éste que su hijo Calixto García había sido capturado en San Antonio de Baja, en las proximidades de Manzanillo, actual provincia de Granma.
“Perdone el general, le dijo ecuánime al mensajero, que yo no le de valor alguno a esa noticia, pues son ya muchas las ocasiones en que lo han dado por muerto y otras por prisionero”.
“Le aseguro, bajo palabra de honor, que el cabecilla insurrecto se halla en poder de nuestras tropas. Y añadió: Según este cablegrama, el jefe rebelde, antes de caer en poder de nuestros hombres, prefirió dispararse una bala de su revólver…” ¡”Ah, exclamó Cía., como la llamaban, con el dolor reflejado en el rostro, entonces ese es mi hijo!. ¡Muerto antes que rendido!”.
Durante su permanencia en el exilio, Lucia Iñiguez se dedicó a recaudar fondos para la causa emancipadora y de regreso a Cuba se instaló en su Holguín natal. Allí fue un día a visitarla un funcionario gubernamental para nombrarla inspectora de montes, explicándole que la plaza era nominal, más bien simbólica, y que siempre le pagarían un salario decente.
La mujer, ya anciana y casi en la miseria, pero con el coraje y la entereza de sus años juveniles, le respondió: “Yo no puedo realizar ese trabajo, y cobrar un sueldo sin trabajar, Eso es robarle al Estado”. Y no aceptó lo que en una época de desgobiernos en Cuba se dio en llamar “una botella”.
La madre del General de las Tres Guerras, Calixto García Iñiguez tuvo una vida matizada de anécdotas que dejan ver su manera de enfrentar la vida y su gran coraje, demostrado a lo largo de su existencia.
Cía, falleció en 1906 y sus restos reposan en un mausoleo erigido en el Bosque de los Héroes, al fondo de la Plaza de Revolución que lleva el nombre de su hijo, el General de Tres Guerras Calixto García Iñiguez.
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