viernes, 3 de noviembre de 2023

El arte como promotor del cambio (Parte I)



«El arte para mí es un acto humanitario y conlleva la responsabilidad de crear un efecto en la humanidad, de hacer el mundo un mejor lugar».

Jeff Koons

Por Beatriz Ramírez López

Si algo caracteriza la cultura y el folclor de los pueblos es su capacidad para hacer arte y expresar al mundo las concepciones individuales y sociales del momento histórico.

La expresión artística es más que la creación propiamente. Abarca un conjunto de elementos conceptuales y simbólicos, los cuales hacen del proceso productivo y del consumo de la obra una experiencia única.

Si bien es cierto que el arte ha existido desde los mismos inicios de la humanidad hasta en día, la creación femenina siempre se ha visto desdibujada, opacada e, incluso, eliminada de la historia.

No obstante, el esfuerzo de las mujeres en Cuba por imponerse en un patriarcado, que también abarcada los ámbitos artísticos, ha sido sumamente complejo a la par que revelador.

El doctor Julio César González Pagés, en el libro En busca de un espacio. Historia de mujeres en Cuba, describe que la creación literaria femenina cobró auge en Cuba a partir de la década de los cuarenta del siglo XIX, sobre todo en el campo de la poesía. Aportó un grupo nutrido de mujeres, quienes reflejaron un mundo de espacios privados, en los cuales el paisaje y la familia eran temáticas centrales. La amplia producción literaria femenina realizada desde entonces resaltó los roles familiares: la madre, la esposa y la hija fueron las protagonistas de sus textos.

En el difícil contexto de la época, emanó lo considerado como el primer intento de un discurso femenino poético, alejado de cuestionamientos críticos sobre la situación social de las mujeres. González Pagés agrega que ellas solo dejaron traslucir en su obra un mundo de privaciones y expectativas que se desarrollaban, principalmente, en el espacio privado de la vida familiar o en el riguroso espacio público de la Iglesia, actos sociales o paseos programados.

A fines del siglo XIX se hicieron visibles las intelectuales cubanas en el movimiento literario. Justamente, el 24 de febrero de 1895 salía a la luz la edición de la revista Fígaro, dedicada completamente al tema de la mujer, y en 1888 nació la revista Minerva.

En estas décadas existió una expansión del trabajo literario realizado por mujeres, quienes comenzaron a difundir su obra en las revistas de la época. Entre los temas abordados, la marginación femenina constituyó un eje fundamental en las publicaciones. Evidentemente, la ascensión de las escritoras fue un proceso lento y gradual, lleno de barreras sociales y morales que las obligaron a actuar de conjunto.

Según la académica española Brígida Pastor, en El discurso de Gertrudis Gómez de Avellaneda: identidad femenina y otredad, estas mujeres no aspiraron a una igualdad absoluta, sino que se propusieron conseguir una educación que les permitiera desarrollar su capacidad intelectual, con el fin de poder optar a alternativas a la asignada de «ángel del hogar». Las mujeres no sólo sufrieron discriminación en el mundo literario, sino que también las acusaron de ignorar su papel de madres y esposas cuando decidieron convertirse en escritoras, ya que la femineidad y la intelectualidad eran forzosamente opuestas.

La afamada escritora Gertrudis Gómez de Avellaneda quebrantó los mandatos culturales de su época y pasó a la historia de la literatura no sólo como una gran escritora romántica de su siglo, sino como una de las primeras artistas transgresoras de la historia cubana.

Sus escritos, llenos de pasión y provocación, cuestionaron la subordinación de la mujer y fueron también considerados el inicio de un camino hacia la modernidad y la liberalidad de las mujeres de su tiempo. Estas ideas se manifiestan en sus memorias, autobiografía y epistolario.

Por su parte, Aurelia Castillo de González es considerada, junto con Avellaneda, una de las voces fundacionales en la cultura insular del siglo XIX. «Estas dos escritoras fueron las iniciadoras de un tipo de literatura viajera, que entonces era una novedad, incluso, en las letras femeninas del continente», reseña la doctora Olga García Yero en su investigación Género y escritura. Seis calas en la expresión artística femenina en Cuba.

En 1878 escribió desde España el trabajo «La mujer cubana», en el cual abordaba las crudas situaciones de la mujer en su país, pues conocía el papel subalterno que estas ocupaban.

De hecho, García Yero refiere que Aurelia Castillo estuvo a favor de los derechos de la mujer desde el punto de vista de la educación; constató no solo el horror de la esclavitud, sino también sus consecuencias para la mujer; alertó sobre la afición desmedida por la moda y las relaciones sociales, entre otros aspectos.

La mujer de esta época tenía que derribar la «mística femenina oficial» que le impedía llevar a cabo cualquier tipo de aspiración apartada de los cánones sociales imperantes. No obstante, fue un período de cuestionamientos de la situación de la nación y la capacidad de las creadoras para hacer y pensar mucho más allá de lo establecido.

 

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