viernes, 27 de octubre de 2023

¿Patriarcado y medios de comunicación de masas?


 Ilustraciones: Postales que acompañan el estudio desarrollado. Karla Callava / IIPJM - Oxfam.


Por Gabriela Orihuela

La bella conductora; la voz melodiosa y suave de la locutora; los hombres héroes y centro de noticias; las mujeres que tienden a ser las ayudantes, novias o esposas de las figuras principales o las protagonistas de noticias secundarias, poco importantes, relacionadas siempre en todo caso con el ámbito de lo considerado femenino, la chica autoritaria y fuerte que tildan de hombre.

La mujer llorona que no sabe lo que desea; las mujeres que no tienen en ellas el mismo valor que en ellos; ellas son siempre “lo no masculino”; las jóvenes sexis y de gran cuerpo, las objetos; las que necesitan maquillarse, peinarse o vestirse caro para ser felices; la belleza en sí como aspecto fundamental en aquellas que trabajan a la vista del público; la esfera fundamental: la doméstica; el liderazgo que ya tiene dueños. Todo eso nos venden los medios de comunicación.

«El patriarcado, actualmente, se (re)produce, se enseña e, incluso, se introduce ideológicamente en cada resquicio social y también en nuestros cuerpos, a través fundamentalmente de los medios de comunicación de masas. Pero lo hace en silencio, es el sistema, el hábitat, que no se nombra.

«Y sin embargo, no solo vivimos en un sistema de dominación patriarcal, sino que los medios de comunicación son también –como no podía ser de otra manera— inequívocamente patriarcales; son, de hecho, el espacio cultural de reproducción del patriarcado por excelencia, pero no se reconocen como tales», expuso Beatriz Gimeno en el texto “Patriarcado y medios de comunicación de masas”.

Las periodistas Ania Terrero, Dixie Edith Trinquete y Danielle Laurencio, que trabajan con enfoque de género, comentan en el libro “Violencia de género y medios de comunicación” que «los medios de comunicación en general, y el periodismo en particular, constituyen una potente herramienta para la educación de públicos diversos; pero como en otros tantos ámbitos de la realidad, a través de ellos se reproducen construcciones culturales tradicionales, con fuertes soportes patriarcales, que ayudan a legitimar las diferencias entre hombres y mujeres y naturalizan las desigualdades».



De igual forma, la socióloga cubana Clotilde Proveyer expuso que «la cultura patriarcal no se reproduce por generación espontánea. Se educa y transmite de una generación a otra, mediante la socialización diferente, que prepara a hombres y a mujeres en subculturas diferentes».

La invisibilidad del patriarcado es, precisamente, uno de los mecanismos de aculturación más poderosos: no poner nombre al artefacto que, sin embargo, no deja de representarse y de recrearse. Sobre las representaciones femeninas en medios de comunicación, se debe ilustrar que son presentadas siempre como seres humanos absolutamente diferentes en todos los aspectos a los seres humanos hombres, que son, en todo caso, la norma. Las mujeres son siempre la alteridad y la diferencia.

«Las divisiones constitutivas del orden social y, más exactamente, las relaciones sociales de dominación y de explotación instituidas entre los sexos se inscriben en dos clases de ámbitos diferentes, bajo la forma de corporalidad opuesta que conduce a clasificar todas las cosas del mundo según unas distinciones reducibles a la oposición entre lo masculino y lo femenino», aseveró Beatriz Gimeno.

¿Qué ocurre en el contexto cubano?

La visibilización de la violencia de género en Cuba ha ido in crescendo; el desafío está acompañado por un compromiso evidente del Estado cubano para acorralarla y penalizarla. Ejemplo de ello es la aprobación de la Estrategia Integral Cubana de Prevención y Atención (2020) a este problema y la ampliación de la Línea 103. Asimismo, la actuación certera de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y la puesta en vigor, mediante decreto presidencial, del Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM), que en uno de sus puntos prioriza la atención de las mujeres en los medios de comunicación.

Ania Terrero comentó que «las concepciones de género están instaladas en el imaginario social y no pocas veces la prensa las reproduce, las naturaliza, incluso sin ser conscientes. No sólo se trata de hacer notar dónde está la violencia, sino de comenzar a romper el ciclo de formación y reproducción de modelos estereotipados de hombres y mujeres».

Con el objetivo de identificar cómo se abordaba el tema de la violencia de género en los medios de comunicación, se llevó a cabo una investigación realizada por las periodistas Ania Terrero, Dixie Edith Trinquete y Danielle Laurencio, a partir de una alianza entre OXFAM en Cuba y el Instituto Internacional de Periodismo José Martí (IIPJM). En la pesquisa se monitorearon productos periodísticos sobre violencia de género publicados entre enero de 2019 y julio de 2020.

Dixie Edith Trinquete planteó que la investigación tuvo como antecedentes la «nula cobertura del tema en los medios nacionales, a diferencia de los territoriales, en los que se observó una parcial atención a estos tópicos; coberturas informativas, muchas de las cuales se distanciaron de la deconstrucción de mitos y estereotipos de género; casi total ausencia de estadísticas nacionales; la naturalización de la creencia de que la violencia de género en Cuba no es un problema y de que hay más violencia psicológica que de cualquier otro tipo».

Se llegó a analizar «56 trabajos de todos los soportes (radio, periódicos, prensa digital y televisión) y de varios territorios, publicados en medios de prensa nacionales y territoriales o presentados al XIII Encuentro Iberoamericano de Género y Comunicación “Isabel Moya Richard in Memoriam”», señaló Terrero.

Las reporteras identificaron algunos problemas, entre ellos: la poca sistematicidad y el mayoritario uso de géneros informativos; casi siempre son las mismas personas (casi todas mujeres) quienes abordan estas problemáticas; en más del 75% de los productos analizados no se contextualiza la violencia de género y en casi 60% abunda la confusión o mal empleo de términos.

También se apreció un uso marcado del masculino genérico -incluso cuando se refiere a colectivos donde son más las mujeres- y se abusó del término “fémina” como sinónimo de mujer, cuando en su origen esta palabra proviene del latín “la que amamanta”, lo que las reduce a su capacidad reproductiva.

«La investigación confirmó que la reproducción de prejuicios sexistas ocurre más en las imágenes que en el discurso y que los estereotipos en los textos se relacionan, sobre todo, con la idea de que las mujeres disfrutan o necesitan los piropos.

«Esto ocurre, sobre todo, en las voces de personas entrevistadas, pero aún se revictimiza, culpabiliza o ataca a las víctimas de violencia de género sin que quienes construyen la noticia sean capaces, muchas veces, de identificarlo y, por supuesto, de evitarlo», añadió Ania Terrero.

Otro dato de valor es que se evidenció que en reiteradas ocasiones los hechos de violencia de género se entienden y representan como situaciones aisladas y no desde su connotación social y su interseccionalidad.

«Felizmente, no todas son malas noticias: en más del 30% de la muestra se identificaron buenas prácticas. Estos trabajos brindaron elementos que posibilitan pensar sobre la problemática, aportaron diversidad de criterios de diversas personas entrevistadas, ofrecieron información de interés sobre campañas nacionales por la no violencia hacia las mujeres y las niñas y evidenciaron una intención por utilizar un lenguaje inclusivo, por sólo mencionar algunas», aseguró la periodista.

Tal vez, entonces, surja la interrogante sobre cómo mejorar nuestro periodismo.

En opinión de Isabel Moya, en el libro “Reinventar el periodismo: hacia una contracultura feminista en los medios de comunicación”, se deben desarrollar las investigaciones de género y medios; continuar los procesos de capacitación no solo de comunicadores y comunicadoras, sino de las personas que dirigen los procesos mediáticos a todos los niveles.

Además, recomienda propiciar la autorregulación a partir, precisamente, del conocimiento del tema y de los códigos de ética; estimular la creación de productos comunicativos no sexistas con proyectos intencionados, concursos y otras modalidades y educar a las audiencias para la comunicación, mediante el desarrollo de sus habilidades críticas en los propios medios y otras vías.

Otros elementos aportados por las investigadoras fueron algunas pistas de qué debemos hacer en nuestros medios de prensa: usar un lenguaje preciso, respetuoso e informativo; evitar que el caso de violencia se convierta en un espectáculo o show mediático; visibilizar el carácter de problemática social y multidimensional de la violencia de género.



De igual forma, atender la diversidad detrás de los hechos; tener en cuenta que la violencia de género —y en particular la que ocurre contra mujeres, niñas, niños y adolescentes— es un fenómeno que trae consecuencias negativas para la vida de quien la padece, de sus familias, de su entorno y para toda la sociedad.

Es también recomendable evitar abordajes en los que a las víctimas se les presente como “mujeres que beben alcohol”, les guste “salir de noche” o vestirse de determinada manera, pues tienden a reforzar la imagen de que son “merecedoras de la violencia”; la difusión mediática, en estos casos, debe evitar exponer la intimidad de la persona y lesionar su dignidad.



1 comentario:

  1. Mirna Susana Díaz Friol29 de octubre de 2023, 22:54

    Muy interesante este artículo q deriva de un trabajo científico... Me gustaría q estos temas se revelaran justo en la TV... Sería el rompimiento público del Patriarcado en los medios de Comunicación...

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