Por Marilys Suárez Moreno
Infantes, algunos de cinco y seis años, juegan en las calles, incluso a altas horas de la noche, violando horarios de baño, estudio, comidas y sueño y molestando también a la mayoría de los vecinos de la cuadra. Y la preocupación nos asalta a todos y todas, no solo por los peligros a que se exponen, sino por la excesiva confianza o irresponsabilidad de muchos de los progenitores de esos menores.
Para lograr una adecuada educación se necesita de un trabajo educativo continúo y consistente y, a la vez, lleno de comprensión y ternura. Y es que no se puede someter al niño o niña a una disciplina excesiva, pero tampoco se debe dar rienda suelta a sus actividades y antojos.