miércoles, 27 de diciembre de 2023

Promesas incumplidas




Por Marilys Suarez Moreno

No cumplir una promesa, una palabra dada, sobre todo a nuestra descendencia, constituye uno de esos errores casi imperdonables que cometemos a veces padres, madres y/o tutores.

Las niñas y los niños tienen memoria de elefante, como dice el dicho y 20 años después se acordarán de “aquella vez que me dijiste…y luego…”. “Tú me engañaste, mamá..”, etc.

Pero hay razones de causa mayor que escapan a nuestro control y así hemos de explicárselo, llegado el caso, nunca prometerle y luego no cumplir. También sirve de paliativo buscar alguna otra alternativa atractiva que le enamore y les haga olvidar la primera promesa que le hicimos y no pudimos cumplir.

Una situación de este tipo bien tratada le enseñará a ser flexibles y adaptarse a las disímiles circunstancias que impone la vida. Hay que tener presente siempre que entre el adulto y el menor es el primero quien tiene más experiencia y el que impone el respeto por su actuación como padre y madre, en especial.

Los infantes sabe que los mayores están para educarlo, orientarlos y enseñarlo a resolver sus problemas y confía en su mamá y en su papá todo el tiempo, pero se decepciona cuando a sabiendas, se sabe engañado.´, Por eso, esta es una de las mejores formas de demostrarle que se le quiere, y a la vez se le educa. De hecho, no es una técnica ni un procedimiento y mucho menos una receta, sino un sentimiento, una actitud y un accionar necesario, porque las maniobras apropiadas surgen, brotan muchas veces sin técnicas o fórmulas aprendidas, acordes con el hecho, las circunstancias y el momento.

Una mentira, una promesa incumplida, un engaño, un mal ejemplo permean la credibilidad infantil y la confianza que sienten por sus progenitores y la familia en general.

De hecho, lo que sí es una realidad es que ser padre y ser madre no puede estar reñido con la dinámica de la cotidianidad, por lo tanto, se impone encontrar la parte educativa, aun en nuestros errores. Por ende, deberán tener, además de una base de salud mental, de armonía y equilibrio psíquico, un fuerte sentimiento de amor y aceptación hacia sus hijos e hijas.

Sin olvidar que aunque nuestros hijos nos vean como modelos y ejemplo, somos humanos, tenemos contradicciones, nos enfadamos y nos equivocamos y cuando eso nos pase, no queda otro remedio que reconocerlo y hasta disculparnos ante ellos si la cuestión lo amerita, pero nunca engañarlos, crearles falsas expectativas e incumplirles las promesas que les hacemos...

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