Por Lianne Garbey Bicet y Aime Sosa Pompa
Fotos: Favio Vergara
¿Qué significa para una mujer cubana recibir tierra en estos tiempos? ¿Qué carga lleva consigo ese certificado de usufructo? ¿Es solo un pedazo de suelo o es también un acto de resistencia, de amor, de revolución? Las respuestas, apasionadas, orgullosas, llenas de sudor y esperanza, están brotando con cada amanecer desde los surcos de Artemisa, uno de los territorios en todo el país que más potencia que las mujeres tengan donde producir, lo mismo en San Cristóbal, Santa Cruz y hasta más allá. La Editorial de la Mujer, en varios recorridos junto a la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), se convirtió en una testigo de tales retos llenos de historias de enterezas.
Artemiseñas: vanguardias en la producción de tierras en usufructo
Gisela Álvarez Pérez habló en nombre de las nuevas tenentes de tierra en Artemisa.En un encuentro que reunió a varias residentes en Artemisa con sus nuevos certificos, encontramos a Gisela Álvarez Pérez de la UBPC Rafael Ferro, quien con voz firme y corazón campesino no dudó en expresar: “Primeramente me siento orgullosa que sea mi provincia y este municipio donde más mujeres estemos presentes en el campo, eso es algo meritorio”, enfatizó evocando además como motivador el cumpleaños del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Pudo representar a las demás beneficiadas en el acto de entrega, y no lo vio como un logro personal, sino colectivo: “Creo que para las campesinas artemiseñas y sancristobalensas esto es lo más grande que nos podía haber pasado.” Para ella el congreso de la Federación de Mujeres Cubanas realmente llegó a la base: “Tuve el privilegio de participar y allí nos pronunciamos, tomamos acuerdos... y todos esos acuerdos y objetivos, en nuestra provincia conjuntamente con nuestro municipio, se han llevado a cabo.”
Con casi 26 años en el terreno y ahora montada en un incremento con más de 3 caballerías, Gisela no solo cultiva alimentos, cada día abre sus ventanas a esas diversas resistencias que se aderezan desde temprano con el aroma del café y a la que no les falta esa dignidad que bien conocen las cubanas. Y lo dijo justo en jornadas que definió sin tapujos: “Damos todo lo posible e imposible en estos momentos difíciles por sacar nuestras tierras afuera. Siempre pensando en la familia, en la comunidad y en la Revolución.”
Yadira Martínez Alberto, madre reciente por segunda vez, recibió con manos y mirada decidida su documento y reconoció estar defendiendo su propio arraigo familiar: “No quise perder esta tradición de familia que, a pesar de ser responsable como madre, sé que será bastante engorroso, porque esto lleva mucho tiempo y dedicación”.
Ella lo sabe con 1.42 hectáreas bajo su responsabilidad: “Siempre una saca su tiempito y su sudorcito para producir, pero hay personas que me han ayudado.” Su tierra, ubicada en Santa Cruz de los Pinos, pegada a la autopista nacional, ahora se enfoca en frutales: mango, guayaba y otros. A su hija de 16 años, aunque está estudiando enfermería le enseña: “Siempre en su tiempo libre tiene que ayudarme, aportar algo, aunque sea un poquito de tiempo en la tierra”, porque ese amor a la tierra también se hereda.
Conversamos con Caridad Ledesma y enseguida preguntamos cuál fue para ella la satisfacción más grande que ha sentido en sus 7 meses de usufructuaria. Ella tuvo un día el sueño de decir: "Voy a solicitar una tierra" y lo hizo realidad; antes era fuerza de trabajo de su esposo y ahora es al revés, por eso emocionada nos dice: “A mí me ha reportado mucha alegría porque he tenido buenos frutos, he sembrado toda la tierra con tomate, pepino, calabaza, yuca, boniato, maíz; y de todas esas cosas le hemos vendido grandes cantidades al hospital y hemos dado donaciones al círculo infantil, al asilo de ancianos...”.
Caridad viene del trabajo por muchos años con la FMC, ahora está vinculada también a los órganos locales del Poder Popular. Y sabe con certeza viva que la producción de alimentos y la participación de las mujeres dentro de la misma forma parte hoy día de las batallas cotidianas, tanto de la Federación como del país.
Esto no solo ha sido su incentivo, pues ha respondido a ese llamado, a esa responsabilidad con todo su empeño: “yo sé lo que está pasando en el país, la necesidad que están pasando las personas en este país de alimentos y de llevar a la mesa, y me he motivado mucho en poderle dar productos a la población, al pueblo, para que "se la inventen’”.
En Artemisa los hechos no solo hablan, sino que actúan porque mujeres que recibieron sus títulos como tenentes de tierra mantienen sus manos firmes y sus voluntades crecidas.
Anierka Fernández: “Nosotros le ponemos algo extra a la tarea: amor”
Detrás de cada constancia entregada en todo el archipiélago, hay una lucha mayor en la que es testigo y aliciente Anierka Fernández, integrante del Comité Nacional de la FMC, quien recordó mientras conversaba con las nuevas usufructuarias, que durante el Congreso las mejores intervenciones, con peso, con pasión y compromiso fueron las de las mujeres campesinas de Santiago de Cuba, Pinar del Río, Artemisa y de varias provincias del país.
“Nuestro Primer Secretario del Partido Miguel Díaz Canel cuando dijo las palabras centrales de la clausura nos dio una tarea. Nos indicó que esas percepciones de esas mujeres que estaban hablando tenían que convertirse en reglas: más mujeres produciendo, más mujeres defendiendo la producción de alimentos desde el campo, desde la parte rural. Y comenzamos a tomar nota de lo que nos tocaba desde la FMC. La primera provincia de las 15 fue esta, Artemisa. Aquí tuvimos la posibilidad de trabajar la Federación con la Asociación de Agricultores Pequeños (ANAP) y la agricultura (MINAG)”.
El recuento de lo realizado en esos meses se acorta desde las vivencias de Anierka, pero esa respuesta que ya recorrió las 15 provincias incluso con encuentros regionales, tiene muchos resultados palpables de primera mano con cada uno de esos momentos donde se reconocen a las tenentes de tierra por “cómo lo hacen, con mucha dedicación, con mucho sacrificio”.
Si bien los logros ya contentan a muchas mujeres, esos ahíncos no están exentos de dificultades, y Anierka lo expuso sin rodeos: “Para nada es un secreto que este es un sector patriarcal, que muchos hombres no entienden del empoderamiento de la mujer, y aunque en Artemisa hubo un entendimiento, existían hombres que comenzaron a hacer resistencias y condicionamientos: ‘por qué ella y por qué yo no’, ‘que no es para ella, que es para el marido’.”

Y aún así, se avanzó, con mediciones, catastros, trámites, reuniones: “porque se tenía que lograr e impulsar la tarea con el compromiso de que esas mujeres que estaban ahí solicitando la tierra tuvieran una respuesta.
Sabemos los problemas que existen, porque estamos al día. Tema bancarización, tema producción, muchos productos se echan a perder y no se recogen; todo eso lo conocemos. Pero ¿qué queremos? Seguir trabajando”. Un punto que da más fortalezas nos llegó desde la experiencia de esta lideresa natural: “Detrás de cada una de las que están aquí hay historias de vida. Porque lo están haciendo con mucho respeto. Nosotros le ponemos algo extra a la tarea que desarrollamos: amor.”
Amor que se levanta temprano, que aguanta crisis y resiste el desgaste, que transforma limitaciones en cosechas: “Seguimos siendo mujeres empoderadas, demostrando que podemos”. El mensaje es claro: esto no es solo agricultura. Es soberanía. Es futuro. “Mujeres empoderadas desde el campo, de la ciudad, de la empresa, desde el hogar, demostrando que podemos, que lo hacemos bien”, afirmó Anierka recordando que la primera tierra entregada bajo la Ley de Reforma Agraria fue a una mujer negra de Guantánamo.
Y hoy, 65 años después de la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas, el combate sigue. Ahora con arados, semillas y certificados en mano, mientras quedan tareas pendientes: contratación, legalidad, jubilación. Porque el camino no está libre de espinas. Por ello Anierka alerta: “No puede pasar que no estemos contratando nuestra producción. Es como un factor decisivo.” Con algo por enmendar aún: “Tenemos mujeres que quieren trabajar más de 5 años eventualmente y no tienen contrato. No van a poder recibir una jubilación porque no se va a contemplar.” Y advierte con firmeza: “No podemos permitir ninguna ilegalidad, a veces no conocemos... y lamentablemente sucede.”
Mientras el país enfrenta complejidades económicas, climáticas y sociales, las mujeres que trabajan en los campos cubanos no se detienen. Levantan la frente, firman sus títulos, siembran frutales, crían hijos, defienden derechos y, sobre todo, producen. Con amor. Con disciplina. Con revolución. Concurrirán con sus adquiridas destrezas a un encuentro nacional que se realizará los días 16 y 17 de octubre, dedicado al Día de la Mujer Rural y al Día de la Alimentación.
Entonces correrán con vientos fuertes sus palabras. Porque como bien dijo Fidel, y hoy lo repiten ellas en cada surco cosechado: “La mujer cubana es una revolución dentro de la revolución.” Y esa hazaña hoy se llama Gisela, Yadira, Caridad, Taimí, Anierka... y miles más que, con la esperanza sembrada en la tierra, están escribiendo el presente y el futuro de Cuba.
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