viernes, 29 de marzo de 2024

Embrujada por la escultura




Por Marilys Suarez Moreno

Así pudiera decirse de Rita Longa Aróstegui, quien demostró desde muy temprana edad perspicacia y talento para las artes y las letras.

La destacada escultora cubana es y será siempre una de las artistas de la plástica más querida y respetada por el pueblo cubano, pues en su largo recorrido por el arte dejó una vasta obra en la que afloran las muestras personales y colectivas que le dieron renombre, como Los venaditos del Parque Zoológico de La Habana, La Virgen del Camino, la Bailarina de Tropicana, La Muerte del cisne del Teatro Nacional.
Nacida el 14 de junio de 1912, su origen burgués le permitió aprender varios idiomas y dibujo comercial y aunque su ingreso en la Academia de Arte San Alejandro fue efímero, le dio ocasión para embrujarse para siempre con la escultura.

A partir del contacto con notables artistas de la época, Rita Longa enriqueció su labor profesional y su compromiso revolucionario tuvo mayor relevancia con su labor escultórica.

Se involucró en importantes programas culturales y de promoción artística, fundadora de la Comisión de Desarrollo de la Escultura Monumental y Ambiental (Codema) y participó en diversos proyectos sociales, culturales y políticos desde su quehacer creativo.

Figuras llenas de movimiento, espacio y luz, compendio de muchas de sus esculturas. Rita Longa era una apasionada de los gestos, las formas y tanto en sus obras más figurativas como en las más abstractas, exteriorizaba sus ideas sobre el yeso, la piedra, el mármol, el vidrio, el metal o las combinaciones entre eso materiales.

Sus manos agiles y virtuosas dejaron su impronta también a en el Museo Nacional de Bellas Artes, donde la obra de emplazada allí en 1953, hace 70 años es fiel reflejo de su proyección vanguardista.

La artista fue la artífice de un amplio movimiento generado en Las Tunas por Celia Sánchez y se reconoce su Aldea taina de Guamá y otros aportes concebidos a raíz de un Encuentro Nacional de Escultores celebrado en esa zona oriental y cuya razón fundamental se centraba en enaltecer los valores identitarios de la ciudad, declarada por ella misma como la Capital de la Escultura.

Casada con el jurista Fernando Álvarez Tabío, tuvo dos hijos, el menor, Pedro dirigió la Oficina de Historia del Consejo de Estado. La Premio Nacional de Artes Plásticas falleció el 29 de mayo del año 2000, pero su trayectoria en la escultura cubana, fundamentalmente, trasciende en su pueblo.


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