Por Aurika Rubio
La soledad puede ser una experiencia compleja, y si te sientes así, es válido reconocerlo. No estás solo en esto. El aislamiento social y la soledad son mayores riesgos de una variedad de afecciones físicas y mentales tales como presión arterial alta, enfermedades cardíacas, obesidad, debilitación del sistema inmunológico, ansiedad, depresión, deterioro cognitivo y enfermedad de Alzheimer.
Cuando el sentimiento de soledad emocional se instala, suele traer consigo cierta dosis de tristeza, angustia, ansiedad e incluso miedo.
No siempre es "mala" según expertos: A veces, la soledad puede ser un espacio para reconectar contigo mismo, reflexionar o descansar. Pero cuando se vuelve abrumadora o no es elegida, duele.
Puede ser señal de algo más. A veces refleja la necesidad de conexión auténtica, de revisar relaciones existentes o de trabajar en la relación con uno mismo.
La soledad no define tu valía. No es permanente. Las emociones son temporales, aunque en el momento parezcan eternas.
Si te está costando puedes recurrir a pequeños pasos:
- Envía un mensaje a alguien en quien confíes, un grupo de interés (aunque sea online), o incluso adoptar una rutina en lugares públicos pueden ayudar.
- Explora el "por qué": ¿Es falta de compañía, o quizá sentirte incomprendido? Identificar la raíz te da más poder para cambiarlo.
- Busca apoyo: Si la soledad te paraliza o afecta tu día a día, un profesional (psicólogo) puede ser un gran aliado.
Recuerda: Pedir ayuda o compartir cómo te sientes ya es un acto de valentía.
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