sábado, 12 de julio de 2025

Un nombre venerado

 



A 210 años del natalicio de Mariana Grajales Coello, Madre de la Patria, tronco de una familia de héroes, mujer insignia.


Por Marilys Suárez Moreno

Es Mariana, decían, cuando se referían a la mujer que lo abandonó todo para correr al monte y ayudar a liberar la patria escarnecida. Y sí, hablaban de Mariana Grajales Coello, quien no solo fue la esposa y madre de destacados combatientes, entre ellos, los generales Antonio y José Maceo, sino también una soldado ejemplar.

Animaba a los hijos y a cuántos luchaban al paso de la mambisa heroica que supo del dolor y las penalidades de la guerra. Si valientes y decididos fueron los hombres, no quedaron atrás las mujeres, quienes como Mariana, constituyen un símbolo de la presencia femenina en nuestras luchas independentistas.

Nació el 12 de julio de 1815 en Santiago de Cuba y le tocó vivir una época de hiriente hostilidad a su raza, de inhumana represión esclavista. Años en que se sucedían las sublevaciones de los esclavos y en los que la atmósfera de revolución e independencia se respiraba. Y Mariana desde muy joven vivió inmersa en el sufrimiento de la patria oprimida. Esa fue su escuela.

La historiografía recuerda a Mariana Grajales como una mujer rebelde, tierna e impaciente. Más, esta madre que se derramaba en energía inagotable, que era toda sensibilidad y fortaleza, pervive en la memoria no solo por lo glorioso de su estirpe, sino también por su sentimiento materno que en ella alcanzó la cima del amor. Mariana formó combatientes, les adiestró la conciencia, les enseñó a sentir por la justicia y la libertad.

Mariana fue también la madre de Baldomera y de Dominga, y de los Regueiferos, sus hijos con Fructuoso, fallecido antes de comerzar la lucha libertaria.

El resto, con ella a la cabeza, en octubre de 1868 se fue a la manigua. Con ella estaba su continuadora, María Cabrales, en cuyo seno, al decir de Martí, iba un "huevecillo del hombre". Por fuerza hubo que ser de acero para salir intacta tras 10 años de guerra. Y de acero fue ella, esa mujer insignia.

Mariana Grajales sería para su esposo y los hijos de este y de su anterior esposo, bastión y soporte en la forja de la independencia. Todos, según sus edades, trabajaron duro en la manutención de la finca familiar. Y al calor de su patriotismo, todos tomaron el camino del combate.

Tronco fecundo de una familia de héroes, Mariana era una madre tierna con una posición rectora en el hogar, aunque no dejaba de consultar con Marcos los problemas y de mutuo acuerdo buscaban solucionarlos.

Dueña de una inteligencia natural, desde siempre se preocupó por la educación de sus hijos, pagando maestros en una época en que no era bien visto que un negro aprendiera ni siquiera a leer. Pero los hijos de Mariana fueron formados por ella, quien les enseñó a sentir por la justicia y la libertad.

Cuando un hijo caía, preparaba al otro para que no hubiera vacío en los puestos de lucha. La guerra le arrebató también al esposo querido y en sucesión cayeron también Julio, con poco más de 15 años, Justo, el más joven de los Regueiferos. Cayeron tambien Fermín, Rafael, Felipe, José y Antonio, el mayor de los Maceo. Ninguno se rindió al enemigo, las mujeres tampoco.

Y cuando la Protesta de Baraguá, blasón de Cuba e intransigencia al pacto indigno sin libertad ni abolición de la esclavitud, quiso comprar la honra revolucionaria, otra vez Mariana con su tropa partió con los suyos, ahora a la emigración revolucionaria. Tenía 70 años.

Al finalizar la Guerra de los Diez Años se fue a Jamaica, donde siguió apoyando la insurrección desde el exilio. Su deceso el 27 de noviembre de 1893 conmovió a la emigración, en especial a José Martí, quien expresó entonces: [Cuando se escribe de ella es como desde la raíz del alma].

Desde 1923 sus restos, repatriados a Cuba, descansan en el Cementerio Patrimonial Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba. A propuesta de la Federación de Mujeres Cubanas, el Consejo de Estado de la República de Cuba otorga una alta condecoración que lleva su nombre.

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