sábado, 21 de diciembre de 2024

“La historia de una leyenda de la danza mundial”

 

Por Lianne Garbey Bicet

El 21 de diciembre de 1920, La Habana vio nacer a una niña destinada a cambiar el mundo de la danza. Desde muy joven, su vida estuvo marcada por el ritmo y la gracia; sus pies, ligeros como plumas, danzaban al compás de un sueño que la llevaría más allá de las fronteras de ésta, su tierra natal.

A los 9 años, comenzó su formación en la Sociedad Proarte Musical, que la llevó a hacer su debut en un escenario local tan solo dos años después.

En esa primera actuación como solista, interpretó el vals de “La bella durmiente” en el escenario del antiguo Auditorium de La Habana, que dejó al público sin aliento. Su técnica impecable y su gracia natural la distinguieron desde el principio.

La búsqueda de la perfección la llevó a tierras lejanas, donde se formó bajo la tutela de maestros reconocidos en la escuela del American Ballet Theater y después con Vera Vólkova en Londres.

Sin embargo, su camino no estuvo exento de desafíos. A una edad temprana, enfrentó problemas de visión que amenazaron con truncar su carrera. Pero su determinación era más fuerte que cualquier obstáculo y este problema de salud no le impidió continuar perfeccionando su arte, adaptándose a sus limitaciones y convirtiéndolas en una fuente de inspiración.

Este riguroso sistema de trabajo, junto a su determinación, la llevó a ser una de las bailarinas más destacadas del American Ballet Theater con apenas 20 años. En cada actuación era visible su técnica impecable y la profundidad emocional que transmitía desde los primeros segundos, cuando pisaba el escenario.

Sus apariciones en obras clásicas como “Giselle” y “El Lago de los Cisnes” hicieron historia. Su interpretación de la campesina enamorada y su desgarradora "escena de la locura" dejaron una marca indeleble en la historia del ballet universal.

Por aquel entonces, el nombre de Alicia Alonso comenzó a ser titular en los más importantes medios de prensa. Las críticas alababan su perfección en cada giro y salto, describiendo la forma con la que capturaba la esencia misma del ballet clásico, convirtiéndola en un paradigma a seguir por otros bailarines alrededor del mundo.

Una vez alcanzada la cima del éxito internacional, regresó a su tierra natal para emprender nuevos caminos de creación.

Fue así que en 1948 fundó el Ballet Nacional de Cuba, una compañía que transformó el panorama cultural nacional. Gracias a su visión de democratizar el acceso al ballet, este arte danzario llegó a todos los rincones de nuestro país y se convirtió en un símbolo de nuestra identidad cultural, admirado tanto por el público nacional como por audiencias internacionales.

Pero Alicia Alonso no fue solo una intérprete excepcional, también fue una maestra comprometida con la formación de nuevas generaciones de bailarines.

Su escuela se destacó por su enfoque riguroso y su respeto por las tradiciones clásicas, lo que contribuyó a crear una identidad única para el ballet cubano, elemento que se refleja en la calidad y técnica de los bailarines que emergieron de su academia, muchos de los cuales han alcanzado renombre mundial. Entre ellos destacan figuras como Viengsay Valdés, Carlos Acosta, José Manuel Carreño y Anette Delgado, por solo citar algunos ejemplos.

Junto a esta vocación de eterna formadora, a lo largo de su vida realizó innumerables esfuerzos para promover y reivindicar la importancia del ballet dentro del ámbito cultural.

Organizó festivales internacionales que, además de celebrar la danza, sirvieron para establecer diálogos culturales entre los artistas de nuestro país y personalidades de diversas partes del mundo.

Uno de los eventos de mayor renombre creado por Alicia fue el Festival Internacional de Ballet de La Habana, iniciativa que continúa siendo un referente en el calendario cultural global.

Por sus amplias contribuciones al desarrollo de la danza y de la cultura nacional, Alicia recibió múltiples distinciones y reconocimientos.

Fue la primera galardonada con el Premio Nacional de Danza, la Orden José Martí, máxima condecoración otorgada por el Consejo de Estado cubano, así como con el título de Doctora Honoris Causa de varias universidades cubanas y extranjeras. En 2015, el Consejo de Estado decidió honrarla aún más al renombrar el Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”.

Aunque ya no se encuentra entre nosotros desde aquel 17 de octubre de 2019, en este aniversario de su natalicio recordamos no solo a la artista excepcional que fue, sino también a la mujer valiente que luchó por hacer del ballet un arte accesible para todos los cubanos.

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