Por Marilys Suárez Moreno
No se nace siendo madre o padre y ninguna receta ofrece fórmula alguna que la que aporta la vida, los buenos consejos y la propia resolución de ser ejemplo y guía para los hijos e hijas que traemos al mundo. Y si, pienso que la paternidad encarna un concepto superior, por cuanto las obligaciones paternas, la ternura y comprensión que guardan para sus hijos e hijas, resguardan con la misma fuerza telúrica que el de las madres, cuando comparten de conjunto la existencia de su descendencia o aun divorciados, siguen presentes en sus vidas.
No importa si sus hijos(as) no llevan su sangre o apellidos, basta con asumir esa paternidad desde el amor y el desvelo, la fuerza y las ganas del papa biológico o del que se adjudica ese rol en función de padrastro, resultan inconmensurables.
Compañeros y amigos cuando se precisa, aunque muchos los vean todavía como los garantes del sustento familiar y hasta en rol de represores, imponiendo conductas y mandatos, cosa que también suele suceder, los brazos paternos pueden ser tan cobijadores como los más dulces de mamá, porque también la paternidad se vive desde el amor, las caricias, la sensibilidad y los sobresaltos de la existencia y, porque como ellas, los padres también son comprometidos, perceptivos y especiales con sus hijas e hijos.
Hacer presente la paternidad, interiorizarla y sostenerla con esperanzas, miedos, expectativas y hasta dudas, forma parte del proceso de aprendizaje paterno. De hecho, papá tiene que ser consecuente con lo que dice, hace y se espera de él. Solo así podrá acompañar a sus hijos e hijas en el complejo camino de su formación.
Hoy se encarece la figura paterna, atribuyéndosele responsabilidades mayores en la autoridad y guía de su descendencia. Y sí, la paternidad entraña obligaciones, deberes, tanto como comprensión y compromisos, porque nadie como papá para labrar con regaños, consejos y besos el destino de su prole, aportándole coherencia al proceso formador, integrándose con su pareja en el afán que se deriva del amor y los buenos ejemplos y sin deslindes de responsabilidades en caso de que el vínculo amoroso se haya disuelto.
Es opinión de especialistas que aunque los progenitores no estén de acuerdo entre sí, el hombre tiene un papel importante en el equilibrio con su esposa y una perspectiva distinta a la de la maternidad. En consonancia con este razonamiento, un papá puede convertirse en un complemento cardinal para su par en la vida y en balanza y brújula para la familia.
Ver crecer a los hijos e hijas, formarlos, es un desafío cotidiano y una caricia sostenida en el tiempo, porque la paternidad es combinación de emociones y plenitudes, tanto como apegos y ternuras; límites y compromisos. Un amor que arcaicas tradiciones machistas han tratado de expropiar a los hombres con frases manidas y absurdos permanentes, pero que desde su papel esencial en el equilibrio familiar, concientizan y se acomodan a su rol, utilizando los saberes y capacidades de su dupla en la vida, aun cuando sientan poca habilidad para el desempeño, porque la obra de criar y educar trae aparejado obligaciones y adeudos conjuntos y esa crianza compartida será la mejor fuente de motivación y felicidad.
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