miércoles, 27 de diciembre de 2023

La insumisa Manuelita



Por Marilys Suárez Moreno

Nació bajo la línea del Ecuador y tuvo como país, el continente americano. Era una mujer de ardiente temperamento y gran belleza y se llamó Manuela Sáenz Aizpurua. Nacida el 27 de diciembre de 1797 en Quito, arrastró tras de sí el desprecio y hasta la ignorancia, si bien la historia la conoce hoy como la Libertadora del Libertador.

Pero Manuelita, una mujer que fue silenciada y escondida durante décadas, sobresalió por ser una destacada luchadora contra el poder colonial español en Perú, donde resultaron tan valiosos los servicios prestados por ella que el General José de San Martín la condecoró con la Orden del Sol en el grado de caballeresa.

Estigmatizada desde la niñez por ser hija de una unión no legalizada, sufrió el trauma de lo que aquello significaba en la sociedad de la época. Quizás por eso se casó adolescente aun con un médico inglés de apellido Thornes, un hombre con alguna fortuna y muy apegado a las costumbres imperantes y con el que marchó a Lima, donde descolló como una activa conspiradora a pesar de la negativa del esposo, a quien no amaba.

Sola regresó a su natal Quito, donde continúo sus trajines conspirativos y allí la conoció Simón Bolívar, a la sazón Libertador-Presidente de Colombia, quien regresaba a Quito vencedor de la batalla de Pichincha.

Es relato histórico que Manuela Sáenz arrojó al paso de Bolívar una corona de laureles y que impactó con ella en la frente del guerrero, quien casi de inmediato quedo prendado de la bella quiteña, que le correspondió y se consagró por entero a la lucha junto con Bolívar, cuyo brazo poderoso combatió contra el yugo colonial con más de 400 batallas en su haber. Ella lo secundó, pero como no era mujer de engaños y deslealtades, al amar y saberse amada escribió al esposo rompiendo la relación.

En lo adelante, la vida de esta mujer imprescindible en la historia de Latinoamérica siguió el mismo derrotero que la de su amante. Unidos vivieron días de gloria, de intrigas y reveses, de pasión incontrolable, de amor sereno y de traiciones.

Simón Bolívar afirmaría que en Manuela Sáenz se resumían todos sus amores anteriores. Ella era la pasión, el fervor patriótico, la sagacidad, el amor maternal y la lealtad sin límites, probado todo el tiempo que permanecieron juntos.

Y Manuelita, insumisa ante los cánones que regían la sociedad colonial, cambió sus ricos trajes por el uniforme militar que ella misma confeccionaba y se unió a las tropas del Libertador. Con él y su ejército realizó la campaña de Los Andes, en la que estuvo más de 1500 kilómetros montada a caballo, soportando los rigores del clima y de la propia guerra. Fue además, custodia del archivo secreto de Bolívar. 

Ella y Simón se vieron por última vez en mayo de 1830. A los pocos meses, el 17 de diciembre él murió, enfermo y devastado por las traiciones y las intrigas que lo siguieron todo el tiempo. A Manuela la difteria la venció el 23 de diciembre de 1856 en la localidad portuaria de Paita, en Perú, donde buscó refugio y vivió confeccionando dulces para sostenerse, los últimos años de su existencia.

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