miércoles, 8 de noviembre de 2023

Más que una palabra

 


Cuna y asiento de los mejores valores, el hogar es epicentro de los que queremos que enraícen en nuestros hijos e hijas.

Por Marilys Suárez Moreno

La mamá de Anisely está preocupada por el comportamiento de su niña de cuatro años. Según ella, se muestra extremadamente penosa y hasta huidiza en sus relaciones con amistades y otros niños y niñas de su edad.

Contrariamente, su hijo mayor, Cristian, de 10 años, es más desfachatado y fresco. “A ese no le da pena nada, asegura su madre, no sin cierta preocupación por lo que considera una falta de vergüenza de su primogénito.

Una y otra actitud pueden considerarse aristas de la vergüenza, vocablo que se define como falta de respeto, pero también timidez y apocamiento, particularmente entre algunas niñas y niños pequeños. En estos, el retraimiento es un trastorno psicológico que frena el desarrollo infantil en sus relaciones interpersonales. Vale decir que, a partir de los dos años, las y los infantes experimentan sus primeros sentimientos de vergüenza o pena, pues a pesa edad comienzan a ser conscientes de que los demás evalúan sus acciones y pueden darse cuenta de sus errores e incluso reírse de su conducta.

A medida que van creciendo, los pequeños infantes dan mucha importancia a la opinión de los demás y se muestran retraídos y penosos, por ejemplo, ante situaciones o ante personas desconocidas. El ingreso a la escuela puede agudizar ese sentimiento, al tratar de enfrentarse a los nuevos cambios que se les presentan.

De más está decir que se necesita tiempo para adaptarse y eso puede variar en dependencia del carácter que muestra cada niño o niña, pues aun siendo hermanos o hermanas, tienen sus propias singularidades. Ciertamente, hay infantes más extrovertidos que otros a la hora de expresarse.

Niñas como Anisely, que se muestra extremadamente tímida y arisca ante los demás, que siente pudor de que la vean cuando mami la baña o que se esconde a la hora de alguna visita no son casos aislados a estas edades tempranas. La contraparte la tiene en su hermano Cristian. Este se relaciona rápidamente con cualquiera y no se avergüenza de pedir alguna cosa a un extraño, por ejemplo.

Déjenme decirles que es normal que niñas y niños sientan cierta timidez o retraimiento en las etapas tempranas de la vida, pero si ello ocurre con mucha frecuencia y con más edad, se considera como un trastorno psicológico que frena el desarrollo infantil en sus relaciones con los demás y se debe buscar la ayuda de un especialista.

Al crecer, tanto la niña como el niño, van siendo conscientes de lo que se pierden, digamos, por no hacer lo que en el fondo les gustaría: relacionarse mejor con otros menores, familia y amistades, entre otras actitudes que les pueden generar sufrimientos y tienen tendencia a agravarse cuando el menor muestra poca destreza en alguna faceta concreta, lo que lo lleva a forjarse una idea negativa de sí mismo y una baja autoestima.

Desde mi lejana infancia, siempre escuché decir que la vergüenza, entendida como pudor, respeto hacia algo o alguien o la manera indecente de comportarse, como tantas otras cualidades positivas o negativas, tiene asiento en el hogar, forja de valores.

De hecho, si buscamos a un culpable de la conducta que muestran algunos niños y adolescentes, entiéndase irrespetuosos, contestones, con actitudes rayanas en lo chabacano y lo soez, posiblemente el referente de moralidad lo tengan en su casa.

De nuevo hay que pensar en ese pivote de la salvaguarda infantil y familiar que es la casa. Cuna y asiento de los mejores valores. Esos que queremos que enraícen en nuestros hijos e hijas, para que en el mañana no tengamos que ver con tanta cotidianidad a esos entes que pululan en la calle para vergüenza y escarnio de la sociedad.

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