Por Marilys Suárez Moreno
A Mariana Grajales Coello la consideramos Madre de la Patria. Así reconocemos el valor, la bravura y la tenacidad de aquella madre heroica que vio caer al esposo y a varios de sus 13 hijos; la que, desde el exilio, continuó apoyando con su aliento y ejemplo la lucha libertaria en Cuba, a pesar de los achaques de su edad.
Por eso, es un privilegio para nuestra sección que nos honre una mujer de la talla y la estirpe patriótica y heroica de Mariana, Madre de la Patria, y de sus hijas e hijas que, como tal, la veneran.
El 27 de noviembre de 1893, falleció en Kingston, Jamaica, esta mujer increíble. Tenía 85 años y, como le escribió a Martí su hijo Antonio, en respuesta a una hermosa misiva enviada por el Apóstol: “Ella, la madre que acabo de perder, me honra con su memoria de virtuosa matrona y confirma y sustenta mi deber de combatir por el ideal que era el altar de su consagración divina en este mundo”.
El hijo al que tantas veces curó de sus heridas, durante 10 años de encarnizada contienda, le contaba a Martí que con su muerte estaba sometiendo a prueba, una vez más, su corazón de patriota “que es todo entero de su causa y de su hijo agradecido”.
Santiaguera de nacimiento, Mariana Grajales fue una mujer de luces, preocupada por la educación de sus hijos; cuatro 4 con Fructuoso Regüeiferos, muerto antes de comenzar la guerra, y nueve de su unión posterior con Marcos Maceo. Sus 13 hijos fueron formados por ella, quien no solo se ocupó por pagarles maestros --cosa mal vista en aquella época y mucho más en familias negras--, sino que les enseñó a sentir por la justicia y la libertad. Todos ellos tenían mucho de esta mujer de recio carácter y pasión innata por la libertad de su país, que los acunó y forjó en ellos profundos sentimientos libertarios e independentistas.
Nuestro pueblo conoce bien la anécdota contada por la también patriota María Cabrales, la esposa de Antonio. Fue en los inicios de la guerra, que finalmente había estallado el 10 de octubre de 1868 en la otrora jurisdicción de Bayamo y Manzanillo, que la familia Maceo-Grajales supo por boca de un pariente del llamado de Carlos Manuel de Céspedes a los cubanos para sumarse a la contienda. No lo dudó.
En su finca de San Luis, Santiago de Cuba, una mujer negra, rebosante de alegría y orgullo, porque por fin la Patria se había levantado en armas, hizo jurar de rodillas ante un crucifijo a toda la familia: liberar a Cuba o morir por ella, les pidió. Y tras el juramento común, junto a la madre heroica, todos marcharon a la contienda.
En la manigua, cuidó heridos y enfermos, atendió el hospitalito de campaña creado por ella y hacía las más disímiles tareas, en medio del fragor del combate, alentando a sus hijas y nuera a ocupar un lugar de primer orden en la lucha.
Si bien la guerra le asestó a Mariana duros golpes, como la muerte de Justo, el primero de sus hijos en caer; la de su esposo, Marcos y otros dos de sus vástagos, la fuerte matrona no titubeó.
Cuando, casi 10 años después de dura contienda, todos tuvieron que partir al exilio porque no se atemperaron a una paz que no contemplaba ni la independencia de Cuba ni la libertad de los esclavos, Mariana, Antonio y el resto de la familia enrumbaron hacia Jamaica, donde el hogar devino foco y bastión para los revolucionarios cubanos.
En Kinston, falleció hace 130 años este 27 de noviembre. Entonces escribiría el Héroe Nacional de Cuba sobre cómo le rindió homenaje “su pueblo entero, de ricos y de pobres, de arrogantes y de humildes, de hijos de amo y de hijos de siervo”.
Más adelante en el tiempo, cuando producto de la capacidad combativa de las mujeres en la lucha guerrillera de la Sierra Maestra Fidel promovió la creación de un pelotón femenino, en septiembre de 1958, diría que éste no podía tener otro nombre que el de Mariana Grajales.
“Es Mariana”, decían, cuando se referían a la mujer que lo abandonó todo para correr al monte y ayudar a liberar la patria, escarnecida por el poderío español. Ella no solo fue la esposa y madre de destacados mambises, entre ellos el General Antonio, el más bravo y tenaz soldado; ella también era una combatiente ejemplar”.
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