Por Lianne Garbey Bicet
En el gran concierto de la vida, cada nota musical es un suspiro, una emoción, un grito de libertad o un susurro de amor. El Día Internacional de la Música se convierte en ocasión para reconocer la belleza del arte sonoro y su impacto cultural y social a lo largo de la historia.
La música es un río caudaloso que fluye entre culturas, fusionándolas y transformándolas. Ha sido y es un agente de cambio y una plataforma de expresión para voces marginadas. El papel de la mujer en este escenario resuena con fuerza y marca el ritmo de la transformación social.
Las mujeres han sido, y siguen siendo, portadoras de cambios; ellas abren caminos desafiando estereotipos, en una industria dominada por hombres. Desde Clara Schumann hasta artistas contemporáneas que cantan contra las injusticias, las mujeres han usado la música para expresar sus experiencias y luchar por la igualdad. Por ejemplo, según la Organización Internacional de Música, solo 20% de las composiciones publicadas en el último siglo fueron creadas por mujeres. Esa organización resalta la importancia de reconocer y celebrar sus contribuciones.
Más allá de la creación artística, el aporte femenino se extiende al liderazgo en la industria, la educación musical y el activismo social. Ejemplos como Marin Alsop, la primera mujer en dirigir una orquesta importante en EE. UU., y Rebeca Lane, que usa el rap como herramienta de empoderamiento feminista, demuestran que la pasión y la perseverancia pueden transformar la sociedad.
En el caso de nuestro país, la música constituye un mosaico vibrante de ritmos y emociones. Desde los suaves acordes del bolero hasta el enérgico ritmo de la salsa, cada género musical es un testimonio de nuestra rica historia y diversidad. En este escenario, las mujeres han desempeñado un papel crucial, no solo en la preservación de las tradiciones musicales, sino también en la innovación y creación de nuevos caminos sonoros.
Entre ellas destaca Omara Portuondo, embajadora de la música cubana y reciente ganadora del Grammy Latino 2023 en la categoría de música tropical, quien ha mostrado al mundo la riqueza de los boleros y el filin. Su voz es un puente entre generaciones y culturas.
Además, no podemos dejar de mencionar a la gran pianista y compositora Zenaida Manfugás, una virtuosa del piano clásico que, además, incursionó en el jazz y otros géneros populares cubanos. Su dedicación a la música, junto a su exquisito talento, la han establecido como una de las figuras más respetadas en el ámbito de la música clásica cubana.
La compositora y guitarrista Marta Valdés es otra figura esencial, con su contribución significativa al desarrollo del feeling, un género que se caracteriza por su intensidad emocional y su complejidad armónica. Valdés ha sido una pionera, una mujer que ha impreso su sensibilidad en cada acorde y ha abierto caminos para otras mujeres en el mundo de la composición.
Estas mujeres no solo han dedicado su vida a la música, sino que también han actuado como agentes de cambio, al utilizar su arte para promover un mensaje de igualdad y justicia social. Cada una, con su talento, ha contribuido a que la música cubana sea sinónimo de riqueza cultural y diversidad.
Por eso, en este Día Internacional de la Música, homenajeamos a las compositoras, intérpretes, directoras y educadoras cuya pasión por la música ha sido fundamental en la lucha por una sociedad más justa.
Celebramos no solo el arte que nos une, sino también a las mujeres cuyas contribuciones a la música simbolizaron himnos de progreso. Que la música siga siendo el reflejo de nuestra evolución social y que el papel de la mujer en su desarrollo se amplifique hasta que la igualdad sea una realidad.
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