Por Laureen Batista Roselló
En La casa de Bernarda Alba, Emely se desnuda de cuerpo y alma, en busca de calar en las conciencias. Aquí decide ella, que con una Adela más emelyana que lorquiana saca lágrimas, abre ojos y empatiza con un monólogo, y no cualquier monólogo, sino uno crudo: el de la niña que fue.
Emely Luis tiene 18 años y actúa con El Trébol Gitano, en esta ocasión en una adaptación de la obra de Federico García Lorca dirigida por Anthony Bernal Ruesca; cuando encarna a Adela, la hija que se revela, también se convierte en la actriz que se expone.
"Nunca pensé ser Adela, iba a estrenar la obra como Magdalena; al final resultó que noté semejanzas entre ella y yo, la edad, también que Adela es muy impulsiva y yo soy así, ella tiene alma alegre, juvenil". cuenta Emely.
Adela pisa el escenario con canciones de la hispana Rosalía y los textos que lanza al público tienen de Lorca y de Anthony, pero la carga dramática la llevan un semidesnudo y un monólogo; ahí surgen los asombros, las incomodidades, afloran los prejuicios de quien dice que una mujer no debe desnudarse, ni siquiera para el arte, el público recibe la ola de emociones que provoca mostrar el cuerpo y las penas de una mujer. Y es que Emely abandona a la hija de Bernarda y pone en el escenario a la niña violentada.
Entre los 9 y los 12 años a Emely la arropaban en una casa que no era la suya para que su mamá trabajara, de esa historia va su testimonio.
" Cuando estaba allí, el esposo de la vecina me miraba morbosamente, y a la edad de nueve años, uno piensa que si un adulto hace algo así entonces no debía estar mal ".
Él me interrumpía cuando yo veía el televisor para que viera cómo se masturbaba, yo no sabía qué decir, no sabía si estaba bien o mal; estuve muchas noches sin poder dormir solo de imaginarlo.
A los 15 años se lo conté a mi mamá y ella quiso enfrentarlo, ya no vivíamos cerca y cuando fuimos a esa casa la mujer me incriminó, dijo que yo era una mentirosa.
La misma persona a la que le tuve cariño porque me cuidaba mientras mi mamá trabajaba, cortó relaciones con mi familia luego de eso, cosa que me hizo cuestionarme si ella sabía lo que había pasado.
El día que fuimos a denunciarlo, él estaba en la estación de policía; hoy ese hombre está en la calle por falta de pruebas.
Cuando estrené la obra me lo encontré y me miraba exactamente igual que a los nueve años; mi dolor ahora es por el miedo a que otra persona le pase algo similar si guarda silencio; tal vez con la obra ayude a que alguien tenga valor de ir a una comisaría y denunciar su caso.
A Emely llevar Adela a las tablas le hace abrir más que el abanico flamenco, allí despliega también las posibilidades que todo actor quiere, las de la interpretación, las de estudiar y conocer al público.
Este personaje me va a marcar toda la vida, Adela a pesar de todo, es la principal. En la primera temporada hacía un testimonio donde lo contaba todo con mis palabras, menos autoficcional que ahora.
En esas funciones me expuse demasiado y me criticaron por eso, también por el desnudo que hacía, incluso artistas de la ciudad me cuestionaban cómo iba a desnudarme y después contar algo así.
De cierta forma a ti te gusta que los hombres te hagan esas cosas, decían, y estos comentarios me afectaron demasiado.
En una presentación un hombre se paró, fue al baño y regresó, no sé si le incomodó mi cuerpo pero fue algo crudo.
A pesar de que es un recurso bonito en la escena las personas se incomodan, y lo cierto es que no lo entiendo, un desnudo no tiene que ser todo el tiempo sexualizado.
Muchas mujeres en esa temporada se acercaron a relatarme su historia, nadie imagina lo bien que me sentí al ver cómo ellas se identificaban y lo contaban, eso me llenaba el corazón; también hay hombres que llegaron a pedir disculpas por lo que han hecho otros.
En esta segunda temporada el texto va más de justicia, de decirlo sin miedo, ahora me siento menos juzgada. Mi objetivo cuando hago el monólogo no es que el público llore, ni provocar lástima, es que sepan que si yo con 18 años puedo pararme a contar lo que me pasó, todos pueden hacerlo.
"Contar mi historia me ha ayudado mucho, porque cuando sufres abuso sexual, hablarlo y contarlo alivia, dice quien vio la necesidad de buscar ayuda profesional antes de dotar con su historia al personaje.
Al principio me sentí frágil, me quebraba con el monólogo; ahora ya no lloro, lo tengo sanado; lo cuento y me siento más fuerte, sin miedo, nada; si me vuelve a suceder sabré cómo reaccionar o apoyar a otras mujeres.
No soy súper feminista, pero delante de mí no puedo ver a un hombre maltratando a una mujer y quedarme de brazos cruzados porque puede ser tu madre, tu hermana o una amiga.
A pesar de que me siento identificada con Adela, hay cosas que no haría, por ejemplo, morir por alguien; Adela busca la justicia, la verdad, no teme decir las cosas, pero hay rasgos en ella que las mujeres de hoy no deberían tener, uno de ellos es precisamente poner a un hombre por encima de la familia, eso está mal.
Este no fue el único caso de acoso que vivió la artista, tampoco es el único entre tantas mujeres, ni la única historia entre las hijas de la tirana de Lorca que valga, pero como ella misma dice; Adela es la única que se revela. El resto de su historia solo lo sabe y lo sabrá a detalles quien se acerque a ver Bernarda en la casa rodante que es el Trébol, pero algo es seguro, Emely es Emely sin Adela, pero no viceversa: No creo que Adela sea una cobarde, pero no es ella quien deja el mensaje de empoderamiento, el mensaje lo dejo yo
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