domingo, 1 de octubre de 2023

Las canas de la vida


En Cuba, más de dos millones de personas son adultas mayores, lo que equivale a decir que 21,9 % son mayores de 60 años. La  población cubana está envejecida y necesitada de una atención mayor, acorde a los múltiples intereses y necesidades de esa masa etaria a la que hay que percibir con igualdad de derechos y oportunidades.


Por Marilys Suárez Moreno

Lumi tiene 94 años y, a pesar de sus muchos males, conserva su lucidez. Enviudó muy joven y no tuvo hijos; pero, para su suerte, se conserva bastante fuerte y ágil para su edad, lo que le permite valerse por sí misma y hacer sus mandados. Con suerte, a veces la pasan de las primeras en alguna que otra cola, pero no siempre es así.

No sucede igual con Felicia, quien tuvo dos varones: uno de ellos fallecido tempranamente y el otro viviendo en el extranjero. De sus dos nietos, sólo el mayor le da vueltas de cuando en vez y la ayuda económicamente; pero el otro apenas la visita, alegando que trabaja y tiene hijos que atender.

Teresita, la menor de las hijas de Teresa, tiene el cabello encanecido y no pocos achaques, pero cuida y atiende todo el tiempo a su madre, postrada desde hace tiempo y con tantas dolencias como su cuerpo de 96 años es capaz de asimilar.

Su madre tiene otros hijos, pero sólo quiere ser cuidada y atendida por Teresita, quien al convivir con ella hace que la carga de cuidadora descanse sobre sus hombros, al extremo que, en ocasiones, su salud se resienta y hasta su matrimonio parece debilitarse por días, según confiesa con cierto dejo de tristeza.

Teresa vive una vejez amable y protegida, pero desgraciadamente no es la misma situación de Felicia ni de muchísimos ancianos y ancianas como ella, quien vive en solitario, aun cuando tenga algún pariente cercano o lejano que, para el caso, es lo mismo. Circunstancias análogas de no pocas personas envejecidas, solas y abandonadas a su suerte por sus propias familias, que debieran velar por ellos y protegerles en su senectud.

En Cuba, más de dos millones de personas son adultas mayores, lo que equivale a decir que 21,9 % son mayores de 60 años. Un número muy alto para la realidad cubana, por lo que a ojos vista estamos llamados a ser el país más envejecido de América Latina y el Caribe en unos siete años, o sea, en 2030, lo que equivale a decir que hay más personas ancianas y vulnerables que niñas y niños.

La senectud obliga a pensar en el Alzheimer y sus consecuencias, tanto para el enfermo como para sus cuidadores. Algo a recordar este primero de octubre, Día internacional del Adulto Mayor, porque por muy afanosa que sea la vida familiar, es necesario elevar la calidad de vida de este cada vez más aumentado sector poblacional, proclive, por demás, a discapacidades y comorbilidades que los hacen más frágiles.

Cuba, como país que envejece, registra un aumento en el número de enfermos de Alzhéimer. Una enfermedad que se duplica a medida que pasan los años, aunque puede aparecer a cualquier edad.

La Organización Mundial de la Salud la define como un síndrome de naturaleza crónica o progresiva, caracterizado por el deterioro de la función cognitiva. O sea, la capacidad de procesar el pensamiento más allá de lo que podría considerarse una consecuencia normal de la vejez.

Y sí, la demencia afecta la memoria, la orientación, el aprendizaje y el juicio; modifica el patrón del sueño y los hábitos de vida., como bañarse, comer, vestirse y a quienes lanpadecen hasta les resulta imposible reconocer al familiar más cercano o el día en que viven.

La vida trasciende en la continuidad generacional de sus habitantes y cada día que pasa nos vamos poniendo viejos. Y aunque los adultos mayores nuestros son bastante activos, la población cubana está envejecida y necesitada de una atención mayor, acorde a los múltiples intereses y necesidades de esa masa etaria a la que hay que percibir con igualdad de derechos y oportunidades, tanto en su reconocimiento social como en las decisiones de sus derechos más elementales, a fin de proporcionales en el ocaso de sus vidas, una vejez saludable y empoderada, con protección social.

Esta población cada vez más frágil se encuentra en desventaja en las colas, largas esperas en los consultorios médicos para cualquier gestión, a la hora de subirse a un ómnibus o cobrar su jubilación en los cajeros automáticos, misión que pasa por otra no menos inmensa cola, en caso de saber acceder a ellos, porque no podemos olvidar que una gran mayoría de nuestros ancianos no tienen celulares o desconocen cómo ir a un cajero.

Razones, inexperiencia en las operaciones, torpeza, poca visión, nerviosismo por su inhabilidad ante los que esperan y hasta males como el Parkinson, como he podido apreciar, dificultan su quehacer. En tales casos, o delegan en alguien de su confianza para que les cobre, o lo hacen en la caja electrónica de un banco, Dios mediante.

Son múltiples y diferentes los problemas de cada quien en su tránsito por la vida y estos incluyen, lógicamente, limitaciones físicas y emocionales, necesidad de apoyo familiar (que teniéndolos no se los dan), pérdida de visión y hasta de locomoción y otros tantos, pero todos pasan o deben pasar por políticas públicas que garanticen el cuidado y respeto hacia las personas mayores y el fomento de un cultivo de envejecimiento saludable, activo e inclusivo.

Merecimiento a quienes un día trabajaron estudiaron, lucharon, combatieron y crearon hermosas familias, como las suya, las de ellos y ellas, las nuestras y las de tantas y tantas que hoy engrandecen el devenir nacional en su continuado relevo generacional.

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