El reconocimiento del aporte de las mujeres a la identidad nacional es todavía un tema en el que se debe profundizar.
En el tórrido verano de 1762, muy cerca de aquí, los ingleses se lanzaron a la toma de la “siempre codiciada” San Cristóbal de La Habana. En los libros de la historia oficial un nombre de hombre se recoge como el protagonista de aquellos: Pepe Antonio, hijo de la villa de Guanabacoa
Desde niña me enseñaron que ese cubano representaba nuestra identidad nacional, nuestra rebeldía, y el amor a Cuba o al decir de Dulce María Loynaz “yo no diría la más hermosa, diré mi país, mi sangre…”
Sin embargo, un grupo de mujeres habaneras envió un memorando al rey Carlos III de España para protestar airadamente por la entrega de la plaza y la dejación, en manos de los civiles, de la defensa de la Villa.
Aquel, se afirma, fue escrito por la marquesa Justiz de Santa Ana quien incluso en composición poética sobre el hecho, llega a afirmar:
Tú Habana capituladaTú en llanto, tú en exterminioTú ya en extraño dominioQue dolor! Oh! patria amada
Estamos hablando de 1762, casi 80 años antes del inicio de la guerra de independencia de 1868, momento en que se considera se forja la nacionalidad cubana.
Pero, de ese hecho no se habla. En general el reconocimiento del aporte de las mujeres a la identidad nacional: europeas, africanas, chinas, japonesas, haitianas, jamaicanas, finalmente cubanas, es todavía un tema en el que se debe profundizar aún más.
En los últimos años estudios desde diferentes disciplinas han comenzado a aproximarse, con las herramientas de la categoría género a esta zona del saber y han principado a develarse ámbitos ignorados u olvidados por las ciencias sociales. Como resultado de ello y de la labor de la Federación de Mujeres Cubanas han comenzado a incorporarse a los libros de historia en las escuelas algunos nombres y figuras femeninas.
Con frecuencia se habla de visibilizar a las mujeres, lo que no me parece mal, pero hay que trascender esa visión contemplativa, La historia debe presentar a las mujeres y sus circunstancias, analizarlas en su complejo entramado de relaciones, con sus logros, limitaciones y desafíos…
El aporte de las mujeres a la nación, que orgullosas y orgullosos conformamos hoy, abarca todas y cada una de las facetas de la vida. Intelectuales y artistas como Gertrudis Gómez de Avellaneda, feminista, abolicionistas, incomprendida por sus contemporáneos que la consideraron “mucho hombre para ser mujer” y que inicia un camino de nombres imprescindibles en el arte y la literatura cubana.
En la educación, en la ciencia, en la economía destacan también muchos nombres: María Luisa Dolz, Laura Martínez de Carvajal, la primera médica oftalmóloga…
En las guerras por la independencia nacional desde Casiguaya, mujer aborigen que se confunde entre la historia y la leyenda o la cimarrona Carlota, africana que levantó una dotación de esclavos para llevarlos a la libertad de los palenques, o las mambisas Mariana Grajales, Isabel Rubio, Catalina Valdés, Mercedes Sirvén entre otras muchas, a quienes debemos ver por sí mismas y no como esposas de… o madres de… o hijas de…
Me viene ahora al recuerdo, Rosa La Bayamesa, la única mujer que tiene en Cuba una escultura ecuestre, gracias al tesón incansable y la sensibilidad especial de otras de las mujeres unidas por siempre a la historia de Cuba: Vilma Espín.
Al instaurarse la República las mujeres que tanto lucharon por la independencia contra el colonialismo español no lograron que en la constitución fueran consideraras ciudadanas, pues no se les concedió el derecho al voto. Lo conquistaron el 10 de enero de 1934.
Pero ese voto no implicaba cambios estructurales. Mujeres de la ciudad y del campo, del llano y de la sierra se sumaron a la lucha contra la dictadura de Batista, varios nombres han quedado en el imaginario colectivo: Haydee, Celia, Melba, Vilma, el pelotón Mariana Grajales…
Fue también una mujer: Eulalia Bless, la primera en recibir el título de dueña de su tierra, en la Reforma Agraria que hizo la Revolución el Primero de Enero de 1959.
Y las cubanas continuaron construyendo la nación junto a sus compañeros. Ellas están en las brigadas médicas internacionalistas que trabajan en más de 50 países, son mayoría en sectores como la administración de justicia, la educación, la salud y otros.
Pero esta historia no esta formada solo por nombres conocidos. La han hecho y la construyen quienes no entrarán en los libros o en las páginas de los periódicos, pero son criaturas sin las que no existiría esta isla, no solo en el sentido geográfico, sino en su admirable crisol de culturas, en su proyecto humanista, martiano y Fidelista de una vida mejor para todos y todas.
Hay pues que recordarlo, decirlo, estudiarlo, pintarlo, cantarlo a la manera en que reclama, la ya citada Dulce María Loynaz:
Si me quieres, quiéreme entera,no por zonas de luz o sombra...si me quieres, quiéreme negray blanca. Y gris, y verde, y rubia,quiéreme día,quiéreme noche...¡Y madrugada en la ventana abierta!Si me quieres, no me recortes:¡Quiéreme toda... o no me quieras!
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