Hoy Carlota es símbolo de rebeldía, independencia, heroicidad y estoicismo. De hecho, fue por eso que se escogió su nombre para la misión cubana de solidaridad con Angola.
Por Marilys Suárez Moreno
Era domingo y, como tantas veces, los tambores repiqueteaban llevando su sonido por todas partes. Nada nuevo, pensaron los colonos y esclavistas de Triunvirato, en Matanzas, pero esta vez el lenguaje era un llamado a la lucha, a la sublevación de los negros esclavos de las distintas dotaciones. Ellas y ellos sabían del látigo inmisericorde, del cepo y los grilletes en los tobillos, y sus carnes acusaban heridas, cicatrices y moretones de las muchas torturas recibidas por aquellos que llamaban el mayoral o capataz.
Carlota fue una mujer audaz y aguerrida, que dirigió el levantamiento negro en un ingenio matancero. Una rebelión que logró extenderse hacia otros ingenios y cafetales cercanos y que, finalmente, fue ahogado en sangre. Para rendirle homenaje, se le puso ese nombre a la misión militar cubana en Angola.
Quizás por eso su nombre está ligado, solamente, a aquella misión de extraordinaria solidaridad. Pero la historia de esta mujer negra y esclava, de la cual se desconoce origen, fecha de nacimiento y casi todo sobre su vida, se centra en una fecha: 5 de noviembre de 1843, pleno siglo XIX.
Liderados por la rebelde Carlota, quien conocía cómo a través de los tambores las personas esclavizadas se comunicaban entre sí, esta vez el llamado era a la rebelión y los machetes ya estaban templados y filosos para ir tras el mayoral de Triunvirato y su séquito de represores, como habían acordado.