miércoles, 24 de diciembre de 2025

La mujer que cuida de los vivos honrando a los muertos

 Por Henry Omar Pérez
Fotos: Arelys María Echeverría

La doctora Heidy González Valdés-Ávila camina sobre el filo de lo humano.
Estudió una ciencia que se enfrenta al crimen y hoy su rigor desmonta mentiras.

Desde que se graduó como médico en 2002, supo que su camino no serían los consultorios convencionales: quería ser la voz de quienes la violencia había silenciado.

En 2015 obtuvo el título de médico legista, una decisión que pocos comprenden, pero que ella defiende con pasión.

Su labor no trata de la muerte, sino de la verdad que perdura más allá de ella. Una verdad que duele, pero también libera.

—Doctora González, ¿por qué la Medicina Legal y no otra especialidad?

Mi familia me preguntaba lo mismo. Me decían que, con mis notas, podía escoger cualquier especialidad y que no entendían por qué me atraían “esas cosas tristes”. Para mí no era tristeza: era justicia.


 —Muchos piensan que su trabajo solo trata con fallecidos. ¿Qué otras labores realiza?

La Medicina Legal abarca mucho más que la Tanatología, dedicada al estudio de la muerte y del cadáver. Evaluamos a personas vivas con lesiones que requieren dictámenes de sanidad y realizamos peritajes psiquiátricos para determinar capacidades mentales.

Examinamos víctimas de violencia sexual y elaboramos informes detallados para los tribunales. Participamos en juicios orales para explicar aspectos médicos complejos. Cada día representa un reto diferente.

—¿Algún caso en particular le mostró el verdadero impacto de su trabajo?

Un anciano que vivía solo. Su muerte no parecía natural: los detalles no cuadraban. Pasamos horas revisando cada signo, cada indicio. Descubrimos que había sido un accidente doméstico que pudo prevenirse.

Cuando expliqué mis hallazgos a la familia, vi el alivio en sus ojos. Comprendieron lo sucedido y pudieron despedirse en paz. Esos momentos confirman que nuestro trabajo trasciende lo técnico.

—¿Cómo asume su familia que usted se enfrente diariamente a tanto dolor?

Al principio les costaba. Mi esposo me decía que, a veces, en las cenas familiares, me veía perdida en mis pensamientos. Mis hijos aprendieron que mamá a veces llega con los ojos rojos, pero que eso significa que ayudó a alguien.

Hoy me siento orgullosa cuando mi hijo mayor explica a sus amigos mi profesión.

—¿Qué significa para usted trabajar con un equipo tan importante en el hospital Arnaldo Milián Castro?

Nuestro departamento es como una familia. Compartimos las cargas emocionales y nos apoyamos en los casos difíciles.

Cuando alguien llega afectado por un caso particularmente doloroso, los demás estamos ahí para escuchar. Es un trabajo que marca, pero lo hacemos con la convicción de que cada dictamen acerca a alguien a la verdad.

—Para finalizar, ¿qué mensaje le daría a quienes ven su profesión con temor?

Heidy sonríe con una mezcla de sabiduría y ternura. Sus manos, que examinan tantas historias, se entrelazan con calma.

La Medicina Legal no trata de la muerte, sino de la dignidad de la vida. Cada persona que llega a nuestras manos merece que su historia sea contada con verdad y respeto.

Los médicos legales no trabajamos con casos: trabajamos con personas que amaron y fueron amadas. Cada informe que firmo lleva no solo mi nombre, sino también mi compromiso con la ciencia y la justicia.

 

 

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