miércoles, 21 de mayo de 2025

Responsabilidad, una premisa insoslayable


Por Marilys Suárez Moreno

Tal parece que la irresponsabilidad se adueña del comportamiento infantil en muchos hogares hoy día. Lo triste del caso es que gran parte son chicos o chicas de corta edad y, por ende, sujetos a la potestad familiar.

La mayoría de estos infantes, generalmente varones, campean por sus respetos, desconociendo órdenes, autoridad, deberes, aunque a fuerza de ser justos, no hay que culparlos totalmente, pues nunca tuvieron más sujeción que la que ellos mismos se dieron con la entera anuencia de sus padres, por lo general, la permisividad de la madre, siempre blanda a la hora de ponerle límites.

Nada de ayudar en la casa, para eso están ellas, luego, cuando quieren imponerle alguna tarea mínima, chocan con la negativa infantil, renuente a hacer ahora lo que antes le negaron, por aquello de que “ tú no estás para eso”.

Ya mayorcitos, la niña o el niño quiere hacer su santa voluntad y esta pasa por su incapacidad para colaborar en las pequeñas tareas domésticas, responsabilizarse con el estudio y los deberes escolares, peinarse y vestirse inapropiadamente para sus edades y hacer y deshacer cuanto se le antoja, desoyendo alertas y consejos que debieron darse desde mucho antes.

A cada persona adulta se le impone la necesidad de enseñar a las infancias en el cuidado y la responsabilidad de sus actos. Es vital infundirle desde temprana edad, la necesidad de recoger los juguetes, la mochila escolar y la ropa en uso. A medida que crece, las tareas a su cargo deberán incrementarse, tanto como la responsabilidad adquirida.

Es necesario también tener particular interés en el cuidado de las cosas de los demás y en especial las de uso social.

Por eso nunca debemos permitirle que sea negligente con los objetos y bienes de la comunidad, tales como las escaleras, la calle, el parque, la escuela, o cualquier otra instalación pública o comunitaria. Todo mediante explicaciones que le permitan comprender que esos sitios son para el disfrute y bienestar de todos y como tal deben cuidarse.

La responsabilidad no implica el temor, el castigo, sino el sentimiento de la incomodidad que se experimenta cuando se tiene la culpa del deterioro o destrucción de algo.

De hecho, no se debe reprimir al menor por la avería de las cosas o amenazarlo con castigos, sino procurar que vea el daño ocasionado por su actitud indolente y se arrepienta de ello. Que comprenda los efectos de su negligencia. Y si rompe algo suyo, no hay que apresurarse a comprarle otro. Es imprescindible convencerlo de que si ahora no lo posee es debido a su descuido.

Lo importante es que el niño o niña conozca e interiorice los efectos de la negligencia y la irresponsabilidad. Así comprenderá que alguno de sus actos causan daño y se den cuenta que las cosas incorrectas disgustan a las personas que lo rodean. Esta es la mejor lección para el surgimiento de las premisas de la responsabilidad.

La indiferencia y la ignorancia por lo que no le importa, no aparece en el menor si al cuidado de las cosas y a la formación de la responsabilidad en el infante les damos su debido lugar y su correspondiente atención.

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