jueves, 6 de marzo de 2025

Una fuerza de la naturaleza


Alejandro García Caturla fue un músico precursor y renovador que nos dejó una obra imperecedera para todos los tiempos. 


Por Marilys Suárez Moreno

Recordar a Alejandro García Caturla en el aniversario 119 de su nacimiento en la villa de San Juan de los Remedios, un 6 de marzo, constituye un merecido reconocimiento a su obra creadora.

Breve y multifacética fue la existencia del músico remediano, quien compartió su vida entre el pentagrama y las leyes. Al estudio de ambas profesiones se dio de lleno este reconocido compositor, violinista y director de orquesta, que llegó a ser uno de los violinistas de la Orquesta Sinfónica de La Habana y un multintrumentista reconocido.

Pero Alejandro García Caturla fue también un hombre que rompió atavismos sociales en una época en el que la unión de negros y blancos era casi un sacrilegio.

Él defendió con todas sus fuerzas de hombre honesto e íntegro su relación con la mujer que amaba y con la cual se casó y tuvo 11 hijos. No hace mucho falleció su última descendiente, la reconocida intérprete de música popular cubana, Teresa García Caturla.

El músico desarrolló, además, una amplia labor como compositor y promotor musical, consecuencia de su vinculación con las corrientes renovadoras de la música del siglo XX y de sus posiciones estéticas.

Estudió en París y participó en el Festival Iberoamericano de Barcelona, donde el director catalán Mario Mateo, estrenó sus famosas Tres danzas cubanas. Sin dejar nunca de ejercer su profesión de abogado y juez, donde destacaba su carácter limpio, ético y noble en cuestiones legales.

Fundador de la Sociedad de Conciertos de Caibarién, de cuya orquesta fue director y con la que realizó un trabajo ingente que incluyó transcripciones para los instrumentos de que disponía, de obras de autores tan disímiles como Vivaldi, Mozart, Debussy, Ravel y Falla, a la par que tocaba danzones cubanísimos como pianista y música norteamericana en una jazz band del que fue director.

Al músico se debe la introducción por primera vez en Cuba de instrumentos de la música popular al formato sinfónico y junto a Amadeo Roldán revolucionó las hechuras de esta música con sus sonoridades africanas, adentrándose en las raíces de la música cubana, la que hermanó con el son, la guajira, la rumba, poniendo en juego todos sus recursos para integrarlos a un lenguaje que aunara lo tradicional con lo peculiar de cada melodía.

El autor de Bembé, Obertura cubana, Preludio homenaje a Shangó y muchas más, hizo música para ballet, ópera, teatro, y para los más diversos formatos instrumentales. Sus pasiones eran la música y las leyes, pero cultivó también el periodismo y su voz de barítono se hizo escuchar en conciertos organizados por otros grandes de la música cubana, como Jorge Anckermann y Ernesto Lecuona.

Estudiosos de su obra han dicho que Caturla alcanzó su madurez entre los años 1925 y 1939, cuando formó parte inseparable del llamado movimiento afrocubanista, cuyo eje fundamental fue el rescate y la recreación de atributos esenciales de las culturas africanas, portadora y forjadoras de la cultura cubana.

Para el célebre escritor cubano Alejo Carpentier, Caturla era “un músico perfecto” y nuestro poeta Nacional, Nicolás Guillén lo calificó, en un escrito redactado poco después de su asesinato, como “un compositor inusual, incorruptible en las sanciones expuestas por las leyes. Nos deja en un desamparo musical del que mucho tardaremos en reponer por su universalidad sinfónica”.

Y cuando estudiaba en París, una profesora lo calificó como “una fuerza de la naturaleza”. Esa pujanza de vida que era Alejandro García Caturla fue asesinado en 1940, a los 34 años por un procesado al que debía condenar. Dejó una obra imperecedera para todos los tiempos.

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