viernes, 7 de marzo de 2025

Hemos asumido e interpretado la esencia de los más revolucionarios y avanzados postulados del feminismo socialista

 


Entrevista concedida por Vilma Espín a la periodista griega Elizabeta Popogay ( Febrero de 1989)

¿Cree en el movimiento feminista del mundo?

Aunque a través de la historia surgieron en diferentes épocas acciones en favor de la igualdad de la mujer y de su participación en el trabajo productivo social, en la vida política de la sociedad, desde el siglo XX estas luchas fueron cobrando fuerza.

Resulta un hecho admirable que en la primera década de aquel siglo tantas mujeres con una consistente formación marxista se destacaran en Europa, como la alemana Clara Zetkin y la polaca Rosa Luxemburgo, cuyo pensamiento y acción constituyen verdaderos ejemplos para revolucionarios de todos los tiempos.
Un momento crucial para el progreso de las ideas de la igualdad de la mujer fue el triunfo de la Revolución de octubre y la creación del primer Estado de obreros y campesinos.

Lenin contó con la colaboración valiosa de mujeres con una solidez teórica, política e ideológica admirables y también con una decisión y valentía dignas de resaltarse cada vez que existían oportunidades.

Aleksandra Kollontai, Inessa Armand, las hermanas de Lenin —Ana Elizárova y Mariya Ilichna Ulianova—, su compañera Nadiezhda Krupskaya y tantas otras, pioneras en el combate por el socialismo y en el trabajo para edificar una sociedad nueva.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, con el renacer de las esperanzas, se fortalecieron las condiciones y voluntad de crear organizaciones de mujeres en grupos diversos de profesionales, amas de casa, obreras, intelectuales, con ideas de unirse en el combate por sus legítimos derechos como ciudadanas, madres y trabajadoras, y por la lucha en favor de la paz recién conquistada a un alto costo de vidas y sufrimientos.

Así surgió en 1945 la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM ) que ha trabajado desde entonces por esos objetivos.

La iniciativa de la FDIM de solicitar a la ONU que se celebrara el Decenio de la Mujer entre 1975 y 1985 cristalizó con la difusión de estas justas ideas y con el crecimiento del nivel de conciencia respecto a tales concepciones.

El Decenio de la Mujer impulsó el trabajo de las diferentes organizaciones de mujeres, entre ellas las «organizaciones», como se les llamó desde un inicio a los primeros grupos de mujeres sufragistas.

Las feministas han dado empuje al proceso de concientización social sobre la opresión de la mujer. Creo particularmente en los grupos feministas que vinculan la solución de la opresión de la mujer, de su liberación con la de todos los explotados, de los oprimidos, de los discriminados, lo cual significa abordar los problemas de la actualidad —tanto económicos como sociales, políticos, culturales e ideológicos— bajo un prisma de análisis de clase, de sexo y de raza.

Estoy convencida de que los problemas de la mujer no pueden verse aislados de los otros problemas sociales, no pueden analizarse fuera del contexto económico ni al margen de determinadas situaciones histórico-sociales. Por tanto, tampoco los problemas de la mujer pueden solucionarse solos, descontextualizados.

Resultaría una incongruencia pensar que en un país imperialista pudiera existir igualdad entre una mujer empresaria y una obrera. Por tanto, puedo afirmar que sí creo en los grupos feministas que se proponen cambios radicales en las estructuras socioeconómicas.

En el mundo de hoy, la lucha por la igualdad entre los sexos se da simultánea en muchos lugares con la lucha por los demás cambios revolucionarios de la sociedad. Ya no quedan dudas sobre si la lucha por la igualdad debe preceder o darse posterior a la toma del poder.

Los revolucionarios pensamos que todas las luchas que propugnen cambios económicos y sociales, que se planteen ideales de justicia, el cese de la discriminación y la desigualdad son dignas de recibir el reconocimiento y el estímulo por su labor política y concientizadora.

También pensamos que las más esclarecidas integrantes de los grupos feministas comprenden el peligro de luchar de forma aislada por reivindicaciones parciales, y vemos con gran satisfacción cómo las feministas cada día combinan con mayor habilidad política los intereses específicos de las mujeres, que son una realidad, con los intereses generales de los demás grupos sociales, también oprimidos y explotados por los injustos y crueles sustentos de la sociedad capitalista.

Quizás sea este un rasgo de la lucha político-ideológica en los países capitalistas que la izquierda debe analizar cada día con mayor amplitud y realismo, porque es un hecho palpable el despertar de las mujeres en todo el mundo.

¿Cómo comenzó el movimiento feminista cubano?

Desde el final del siglo XIX las ideas feministas, entendidas como una propuesta de defensa de los derechos de las mujeres, llegaron a Cuba.

El primer artículo publicado en la prensa cubana sobre el tema, con el título «Feminismo», fue de la autoría de Enrique José Varona, en la revista El Fígaro. Distinguidas revolucionarias independentistas y martianas alentaron y compartieron estas concepciones, como Aurelia Castillo y María Luisa Dolz. En la década de los veinte el feminismo en Cuba tuvo cierto auge, sobre todo entre algunas mujeres de la intelectualidad.

En 1923 y 1925 tuvieron lugar los dos primeros congresos feministas en nuestro país, cuyas reivindicaciones, además del voto para la mujer, incluían las del empleo y la educación.

En aquellos tiempos un grupo considerable de mujeres feministas muy cultas y avanzadas estaban cerca de las primeras organizaciones marxistas-leninistas que se crearon en el país y se habían adentrado en el análisis y estudio de la teoría científica del socialismo. Incluso algunas de ellas militaron en el primer Partido Comunista de Cuba, fundado por Julio Antonio Mella en 1925.

Muchas mujeres se destacaron en las luchas feministas, entre ellas intelectuales de la talla de Camila Henríquez Ureña y Mirta Aguirre, ya desaparecidas, y Vicentina Antuña Tabío, actual directora de la Comisión Cubana de la Unesco, quienes figuraron entre las principales organizadoras del III Congreso Femenino en nuestro país.

En 1939, cuando se efectuó dicho congreso —este año recordamos su cincuentenario—, su programa de acción abarcaba revolucionarias reivindicaciones para las mujeres obreras y campesinas, demandaba el reconocimiento de derechos laborales, civiles y políticos para las mujeres y reclamaba el establecimiento de leyes y medidas de carácter social avanzadas para aquella época.

Aquel congreso fue también un llamado a todas las fuerzas políticas del país a unirse en la lucha contra el fascismo y en defensa de la paz, amenazada con lo que ya constituía el inicio de la Segunda Guerra Mundial: la invasión de las hordas hitlerianas en diferentes puntos de Europa.

La mayoría de las reivindicaciones planteadas por las mujeres en 1939 no pudieron hacerse realidad sino hasta el triunfo de la Revolución en 1959.

El feminismo como movimiento, aunque nunca fue muy fuerte en organización y membresía en nuestro país, se desenvolvió más bien en la capital de la República entre profesoras universitarias, escritoras, periodistas y algunas dirigentes políticas.

Este movimiento languideció en las décadas de los cuarenta y los cincuenta. Ahora bien, muchas de sus integrantes fueron participando en una forma más amplia no solo en la lucha por los derechos de la mujer, sino también en las luchas políticas, sociales, campesinas y obreras que se desarrollaron durante esos años.

Ya durante la tiranía batistiana las mujeres nos integramos a la lucha por el combate contra el criminal régimen que se sostenía con el apoyo del imperialismo norteamericano. Es decir, las mujeres combatimos igual que los hombres y junto a ellos por la libertad, por la justicia, por la soberanía y la verdadera independencia, por el derecho a regir los destinos del país sin injerencias, sin amo imperialista.

Después del triunfo de la Revolución, como ya explicamos, las mujeres demandaron organizarse mejor, creándose la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) con el fin principal de apoyar el proceso revolucionario, de insertarse en la batalla por el desarrollo del país y por crear las condiciones económicas, jurídicas, políticas, sociales, culturales e ideológicas a fin de garantizar el pleno ejercicio de la igualdad de la mujer que la Revolución proclama como uno de sus principios y consagra como voluntad política del Partido, Gobierno y Estado cubanos.

Coincidimos y aplicamos el planteamiento feminista de que las mujeres enfrentan una situación específica en la sociedad como resultado del papel secundario que desempeñaron en el capitalismo y en todas las sociedades clasistas que le precedieron. Por ello, se requirió

hacer un trabajo específico entre las mujeres cubanas para elevar su nivel político, cultural e ideológico y para hacerles comprender el papel que les garantiza el socialismo como seres libres e iguales al hombre.

Fidel calificó al movimiento de las mujeres en nuestro país como «una Revolución dentro de otra Revolución». Tal es la magnitud de los cambios operados en la vida y en el pensamiento de las mu jeres cubanas.

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