jueves, 5 de diciembre de 2024

Una mujer de arrestos



Por Marilys Suárez Moreno

María de la Concepción Lucia Iñiguez Landín Moreno y Ramón García se casaron en 1835, contando ella solo con 16 años y, aunque el matrimonio tuvo más bajas que altas, procrearon ocho hijos, cuatro hembras e igual número de varones. Si bien fue Calixto, quien llegó a ostentar el grado de Mayor General del Ejército Libertador y pasó a la historia patria por su hoja de servicios, desde su alzamiento en La Demajagua.

La holguinera, nacida el 8 de diciembre de 1819, era lo que se dice una mujer de temple y una madre dispuesta a todo por sus hijos. De hecho, cuando su hijo Calixto corrió al llamado de la guerra, ella lo despidió, siguiéndolo poco después hasta la manigua con el resto de su familia. En la campaña guerrera realizó múltiples tareas, hasta que fue capturada y desterrada a La Habana, lo que no fue óbice para que continuara ligada a la lucha insurreccional, pues recaudó fondos, envió comida y ropas y hasta dispuso de materiales sanitarios para los insurrectos.

La osadía de la madre se puso de manifiesto cuando el general Calixto García, herido y prisionero, fue enviado a la cárcel de Madrid. Hasta España viajó ella para prodigarle al hijo prisionero los cuidados necesarios. Y cuándo éste fue trasladado a la cárcel de Pamplona y luego a la de Alicante, Lucía se las arregló para llevarle ropas, medicinas y alimentos al hijo encarcelado.

Se cuenta que viviendo ella en la casa del Cerro, en La Habana, un oficial español fue a comunicarle, por orden del General Concha, que su hijo había sido capturado en el combate de San Antonio de Baja, en las proximidades de Manzanillo. Incrédula, le dijo al mensajero: “Perdone el general que yo no le de valor alguno a esa noticia, pues son ya muchas las ocasiones en que lo han dado por muerto y otras por prisionero.

“Le aseguro, bajo palabra de honor, que el cabecilla insurrecto se halla en poder de nuestras tropas. Y añadió: “Según este cablegrama, el jefe rebelde, antes de caer en poder de nuestros hombres, prefirió dispararse una bala de su revólver…” ¡”Ah, exclamó Cia, como la llamaban todos, con el dolor reflejado en el rostro, entonces ese es mi hijo!. ¡Muerto antes que rendido!”.

Otra anécdota de la patriota es aquella en que, para evitar que Nicolás, otro de sus hijos, de solo 15 años, fuera apresado por tropas enemigas, lo vistió de mujer a fin de evitar la prisión del muchacho y su posible muerte.

Durante su permanencia en su exilio en los Estados Unidos, a donde emigró al estallar la guerra de 1895, Lucia Iñiguez se dedicó a recaudar fondos para la causa emancipadora y, de regreso a Cuba, se instaló en su Holguín natal. Allí fue un día a visitarla un funcionario para nombrarla inspectora de montes, explicándole que la plaza era nominal y que siempre le pagarían un salario decente.

Lucia, casi en la miseria, pero con el coraje y la entereza de sus años juveniles, le respondió: “Yo no puedo realizar ese trabajo y, cobrar un sueldo sin trabajar, es robarle al Estado”. Y no aceptó lo que en Cuba se dio en llamar “una botella”.

La madre del general de las tres guerras Calixto García Iñiguez tuvo una vida matizada de anécdotas que dejan ver su manera de enfrentar la vida y su gran coraje y genio vivo. Cía falleció en La Habana el 7 de mayo de 1906, a los 86 años, y sus restos reposan desde 1983 en un mausoleo erigido en el Bosque de los Héroes, al fondo de la Plaza de Revolución que lleva el nombre de su hijo, quien falleció de neumonía el 11 de diciembre de 1898 en Washington, a donde fue enviado a gestionar asuntos de vital importancia para el Ejército Libertador.

Lucia Iñiguez fue de las tantas madres cubanas que por su dignidad, coraje y fervor patriótico devino símbolo de heroicidad y fidelidad a la causa emancipadora.

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