Por Marilys Suárez Moreno
Los primeros días en la vida de un bebé están llenos de
incertidumbre para papá y mamá, y para todos los adultos que están a su
alrededor. ¿Por qué llora tanto? ¿Por qué ha convertido la noche en día? ¿Debo
despertarle para darle el pecho? Tales preguntas se han trasmitido de
generación en generación. También las respuestas.
Para los recién nacidos, la vida transcurre en forma
desordenada. Con su nacimiento, la criatura perdió el confort del claustro
materno y se enfrentó a un medio desconocido, al cual deberá adoptarse poco a
poco y claro, necesita de la ayuda de mamá, en especial, pues en este nuevo
medio en donde se desarrolla, cualquier inquietud, tanto interna como externa,
lo hace manifestarse bruscamente en forma de llanto. Esta es la causa de que su
sueño será intranquilo y de que se muestre constantemente impaciente por el
hambre y por las necesidades de eliminación.
La tarea de los padres consiste en organizar la vida de
su bebé de acuerdo con un plan que regule todos los procesos. Este plan se
conoce con el nombre de régimen u horario de vida, pues la existencia del niño
o niña, aun desde las edades más tempranas, puede organizarse, y esta
organización le ahorra un gasto innecesario de energía. Además, favorece su
desarrollo físico y psíquico. Pediatras, psicólogos y pedagogos llegaron a
establecer los períodos de sueño, alimentación y de tiempo despierto o vigilia,
que necesita cumplir un infante según su edad y características individuales.
El horario o régimen de vida se planifica teniendo en
cuenta las horas de sueño que debe tener el niño, porque el sueño es la fuente
de recuperación de la energía nerviosa. En el recién nacido es preciso mantener
el sistema de vida con exactitud. Por eso, si a las horas en que le corresponde
su alimento, no se lo damos porque está dormido, se afectará la creación de un
buen hábito de alimentación. En estos casos, debemos acercarnos, llamarlo
suavemente hasta que despierte, sacarlo de la cuna, sentarnos y, con él en los
brazos, darle el pecho o el biberón. Esta operación hay que realizarla con el
niño despierto, para que aprenda que es la hora de su alimentación, ya que si
se lo damos dormido, no formará correctamente el hábito.
Si se cumple con las horas de alimentación, al final de
la segunda semana de nacido despertará sin necesidad de llamarlo. De igual
forma ocurre con el sueño. Debemos poner al bebé a dormir siempre a la misma
hora, y así él creará los reflejos condicionados del sueño. Naturalmente que
eso depende, en gran medida del tiempo que permanezca despierto y de la
actividad de su sistema nervioso durante ese tiempo. Si el bebé, una vez
despierto, no ha sido sacado de la cuna, puede muy bien volver a dormirse por
falta de estimulación, lo cual es muy perjudicial, porque se altera todo su
horario y porque, al extender las horas de sueño, se impide que disfrute de una
vigilia activa, lo cual es de gran importancia para su desarrollo.
La vigilia también hay que cuidarla, y es muy bueno que
los padres conozcan lo importante de organizar las actividades que va a
realizar el bebé en el tiempo que permanezca despierto.
De hecho, se trata de cumplir cuidadosamente su agenda de
vida, de acuerdo con la edad del niño o niña. Si los distintos procesos se
realizan correctamente y siempre de la misma forma, veras que bien se establece
la formación de hábitos apropiados.
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