Por Marilys Suárez Moreno
La emoción de haber dominado una tarea puede observarse en los bebés cuando se voltean, agarran un juguete o intentan pararse una y otra vez. Experiencias que proveen la base para el aprecio a sí mismos, para el amor propio que todos tenemos desde que venimos al mundo.
Cuando los padres estimulan al bebé que acaba de aprender a hacer algo solo, refuerzan o abren una futura sana imagen de sí mismo.
Cuando, después de batallar, el infante finalmente triunfa, se siente satisfecho. Sin esta mezcla de libertad y estímulo tan necesaria, el pequeño ser puede caer en la pasiva aceptación del fracaso.
¿Cómo promover en el niño o la niña una imagen positiva de sí mismo? El primer paso es siendo cálidos y cariñosos. Un ejemplo, supongamos que el chico está tratando de hacer una torre con pequeños cubos plásticos, pero una y otra vez los deja caer, en medio de la frustración. Cuando al fin lo logra, mira triunfalmente a su alrededor, satisfecho de lo logrado. En este punto, lo mejor que podemos hacer es decirle: ¡Lo conseguiste! Bastará para sentirse estimulado en su ego.
Distinguir esa pequeña frontera existente entre el reto de la frustración y los obstáculos abrumadores, solo es posible sobre la base de observar al niño y ver si se manifiesta curioso, perseverante y capaz de salir airoso de un problema, o si muestra aire de derrota e inercia.
Tanto el exceso de estímulo como el exceso de presión minan la iniciativa propia del niño o la niña en sus primeros pasos por la vida. Y eso, a la postre, resultará frustrante para sus empeños futuros.
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