Por Marilys Zayas Shuman
Foto: Tomada de Perlavisión
Este 4 de octubre entra en vigor la nueva Ley de Comunicación en Cuba, un hito que promete transformar el panorama comunicativo de la isla. La Ley, fruto de un proceso participativo que ha involucrado a diversos sectores sociales, se presenta como un paso hacia la democratización de la información y el acceso a la comunicación.
Pero más allá de la actualización legislativa, la pregunta que nos inquieta es: ¿Cómo se articula esta nueva ley con la comunicación comunitaria feminista y popular? ¿Cómo puede contribuir a fortalecer el empoderamiento femenino en Cuba?.
Si asumimos que la Comunicación comunitaria, reconocida por la Ley de referencia reconoce la participación activa de las comunidades en la creación, producción y distribución de información relevante para su contexto, como un espacio en el que la voz de los habitantes se hace escuchar y se construyen agendas locales en busca del bien común.
Si se tiene en cuenta que esa comunicación para ser válida ha de ser popular y debe centrarse en los sectores más vulnerables, utilizando lenguajes accesibles y medios alternativos con el objetivo de democratizar el acceso a la información y crear espacios de diálogo y participación.
Entonces es posible incorporarle una visión feminista que se proponga mostrar las realidades, necesidades y experiencias de las mujeres, desafiando los estereotipos de género y promoviendo la equidad, como un vehículo para la construcción de una sociedad más justa e igualitaria, donde este sector participe activamente en la toma de decisiones. Una comunicación con capacidad de desafiar y transformar las narrativas predominantes que perpetúan la desigualdad de género.
En un contexto donde las mujeres han logrado avances significativos en diversas esferas, la comunicación feminista se presenta como una herramienta crucial para visibilizar las luchas y experiencias de las mujeres cubanas. Al integrar enfoques inclusivos y diversos, se fomenta un diálogo más amplio que abarca las intersecciones de raza, clase y orientación sexual, lo cual es vital para construir una sociedad más equitativa.
Este enfoque permite desarrollar estrategias comunicativas que no solo informen, sino que también eduquen y sensibilicen a la población sobre temas de género, derechos humanos y justicia social. Al promover una cultura de respeto y equidad, se fortalece el tejido social y se generan condiciones propicias para el avance de políticas públicas que beneficien a las mujeres.
La Ley de Comunicación, en su enfoque participativo y plural, tiene el potencial de incidir positivamente en la comunicación comunitaria.
Se abre un espacio para que las mujeres, desde espacios, puedan acceder a los medios, expresar sus ideas y construir un discurso propio. Sin embargo, la implementación de esta ley conlleva retos importantes para las organizaciones en Cuba, en especial para la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
A la luz de la nueva ley, sería importante lograr que las mujeres, especialmente en las comunidades rurales, tengan acceso a internet y a los equipos necesarios para participar en los nuevos medios de comunicación; capacitarlas en la producción de contenidos, la gestión de plataformas digitales y la comunicación estratégica en el entorno virtual.
De igual forma sería esencial incentivar la participación de las mismas en las redes comunitarias, promover la creación de plataformas digitales y apoyar la construcción de un discurso propio que visibilice sus necesidades y aspiraciones.
Se ofrece así la posibilidad de fortalecer la comunicación entre mujeres promoviendo espacios de diálogo, intercambio de experiencias y formación para articular de mejor manera sus necesidades y construir una voz colectiva.
Ante las nuevas puertas que se abren de la comunicación en Cuba será también una oportunidad para difundir las experiencias de empoderamiento de las mujeres, la lucha contra la violencia de género y las demandas por la igualdad.
La comunicación es una herramienta poderosa para transformar la realidad y lograr que las mujeres se conviertan en protagonistas de su propia historia.
La FMC, con su experiencia y presencia en las comunidades, tiene el potencial de impulsar este proceso, contribuyendo al empoderamiento femenino y a la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.
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