martes, 1 de octubre de 2024

Como te veo, me vi

 


No nos educan para encarar la vejez con sabiduría y mucho menos para asumir su atención y cuidados en la etapa final de la existencia. Vale recordarlo en este Día Internacional de las personas adultas mayores.



Por Marilys Suárez Moreno

Andan con pasos lentos y cansinos, apoyados en bastones o del brazo de alguien que les ayuda a cruzar alguna calle; se les puede ver también en las mañanas, practicando tai-chi en algún área libre o parque, en determinadas y necesarias colas o asomados a alguna puerta o ventana, con la mirada perdida y la mente quién sabe dónde.

Si usted mira a su alrededor, notará que nuestra población se vuelve vieja, añosa. En la casa, la calle, haciendo largas colas en algún que otro cajero automático o bancos, más de estos que de los susodichos cajeros, dadas las limitaciones de la vista y la propia senectud, ellos y ellas conforman, a no dudar, nuestra cotidianidad.

Este primero de octubre se dedica internacionalmente al adulto mayor, una fecha que busca reivindicar a esas personas que, con su infinito conocimiento y sabiduría, alientan la existencia familiar.

De hecho, somos un país envejecido, situación que no va a cambiar, porque cada año son más los que llegan a esta venerable condición. Todos envejecemos: es ley de la vida y esta trasciende en la continuidad generacional de sus habitantes.

La ancianidad es un proceso natural y continuo que se inicia desde que nacemos, por lo que cada día que pasa nos ponemos más viejos; por ende, los años no pueden dejarse de lado, hay que asumirlos tal como vienen, no cabe de otra, si bien, según los filósofos, toda edad es pesada para aquellos en quienes no hay recursos en sí mismos para vivir bien y felizmente.

La proclamación por la Asamblea General de las Naciones Unidas de este día, dedicado a las personas de edad, tiene por objeto reconocer su aporte al desarrollo humano, resaltando los retos asociados a su devenir social.

De hecho, para que perdure la juventud, hay que atender tempranamente la salud física y mental, claves para lograr una longevidad grata, provista de equilibrio emocional y dispuestos a asumir la vejez con dignidad, aunque contradictoriamente, nadie quiere ser “viejo”. Tampoco ninguna persona ha de ser inútil e infeliz a causa de los años.

El proceso de envejecimiento puede modificarse notablemente si se manifiesta interés por mantener una vida activa, una alimentación saludable en lo que cabe y una actividad física y cognitiva satisfactoria, además de un interés permanente por la higiene y la apariencia personal, lo que proporciona un aspecto limpio y atractivo ante los demás y para sí mismos.

Percibirlos como seres humanos con igualdad de derechos y oportunidades constituye a ojos vista ventajas de un texto como el Código de las Familias, dirigido a ese núcleo básico de la vida, tanto en su reconocimiento como en las decisiones de los derechos de los ancianos de la casa.

La normativa se convirtió en la manera más afectiva de avalarles no solo una serie de derechos esenciales y una vejez saludable y empoderada, sino desde la defensa de su articulado, regula también su protección en el entorno socio-familiar.

En Cuba, con una perspectiva de vida alta, el envejecimiento alcanzará cifras más elevadas en años venideros.

De hecho, el desvelo por los ancianos debe orientarse hacia la protección de su salud y cuidados básicos y a socorrerlos y ampararlos en sus limitaciones y vulnerabilidades, una asignatura que genera bastantes desaprobados todavía.

Como dice Frey Betto, este estado de la vida no siempre resulta asumible para muchas personas en el umbral de los 60 o traspasados éstos, porque la senectud obliga a pensar en el Alzhéimer y sus consecuencias, tanto para el enfermo como para sus cuidadores.

Este primero de octubre, Día internacional del Adulto Mayor, debemos recordar que no nos educan para encarar la vejez con sabiduría y mucho menos para asumir su atención y cuidados en la etapa final de la existencia.

¿Antídotos? Los hay. Les recomiendo este. Aseguraba Pablo Picasso, el genio de la pintura española, que cuando le decían que era demasiado viejo para hacer una cosa, procuraba hacerla enseguida. Motivaciones como esta vigorizan el ánimo de toda persona empeñada en mantener una bella ancianidad como recompensa de una bella vida.

Disfrutar de una longevidad grata y útil es garante de la buena disposición con que algunas personas se aferran a la existencia. Como dice un viejo refrán, como te veo, me vi; como me ves, te verás.

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