martes, 8 de octubre de 2024

Che, la fuerza de su huella

 


Por Marilys Suárez Moreno

El recorrido fue heroico y difícil, también el accionar de victorias que propagaron su leyenda. Hace 57 años supimos de su muerte física para luego recorrer el mundo de las mas disimiles maneras, como símbolo de rebeldía y esperanza.

Asoma en manifestaciones estudiantiles, en reclamos obreros, en las más puras inquietudes juveniles. Se le recuerda tanto en la Sierra Maestra y Santa Clara como en Bolivia, donde se le venera entre cirios y flores.

Ernesto Guevara de La Serna, Che para cubanas y cubanos, fue un hombre de espíritu indoblegable. En México, en 1955, se produjo el encuentro histórico entre Fidel y el Che y el resto de los expedicioneros del Granma. Con ellos, abandonó la rada de Tuxpan rumbo a Cuba, iniciando el camino de la lucha.

Médico y combatiente, distinción que se ganó por su valor e inteligencia en las distintas acciones, entre ellas La Plata y la batalla del Uvero, se le designó Comandante de la Columna cuatro. Nuevos combates se le sumarian, hasta que, rememorando la gran invasión del Titán de Bronce, partió de El Salto la Columna Dos Antonio Maceo, al mando de Camilo y la Columna Ocho Ciro Redondo, comandada por El Che, quien fue el invasor de los llanos centrales de Cuba, un “maestro de la guerra” y “artista de la lucha guerrillera”, como lo calificó Fidel.

Triunfante la Revolución entró El Che en La Habana y tomó la fortaleza de La Cabaña, para asumir luego la presidencia del Banco Nacional de Cuba y el Ministerio de Industrias, además de representarnos brillantemente en importantes foros internacionales.

A Bolivia marchó dispuesto a entregar su vida por la liberación de cualquiera de los países del continente, como expresara. Allí cayó, en una escuelita de La Higuera. Pombo, Harry Villegas, diría luego que El Che tenía dos posibilidades: retirarse hacia una posición más adecuada o quedarse, por si el ejército no los había detectado. Optó por quedarse, y en unión del pequeño grupo que lo acompañaba, se enfrentó a un combate desigual donde fue herido y pronto asesinado, junto al resto de sus hombres, el 8 de octubre de 1967.

Amante de la familia y los hijos, fue siempre un padre amoroso para estos, un padre estricto y exigente, pero muy sensible. Un día se despidió de ellos para partir a cualquier parte del mundo. En carta de despedida a Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto, les dijo:

“Crezcan como buenos revolucionarios estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada.

Hoy, su imagen se proyecta universalmente, con la fuerza de su impronta, porque el Che supo llevar el sentimiento internacionalista a su expresión más alta. Pensaron que con su muerte acabaría todo, no previeron cuan alto brilla hoy la estrella de su nombre.

Y es que El Che sigue vivo, aguerrido y guerrillero, cantado por los poetas y los músicos y venerado por los que siempre han soñado ser como El Guerrillero Heroico.

Como dijo Fidel, aquí dejó como eterno legado “sus virtudes revolucionarias, nos dejó su carácter, su voluntad, su tenacidad, su espíritu de trabajo, en una palabra, su ejemplo.

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