lunes, 7 de octubre de 2024

Heroínas uniformadas entre su pueblo



Texto y fotos: Alden Hernández Díaz

En el día de trabajo todo parece normal, jornada rutinaria, sin mayores incidencias, pero eso puede cambiar de un momento a otro tras la orden del otro lado del intercomunicador de radio.

Una persecución a un delincuente, ya sea en intrincadas calles o carreteras, la vigilancia atenta por la ciudad a altas horas de la noche, o incluso hacer cumplir las leyes del tránsito, pueden entrañar un peligro inminente para la vida del oficial de patrullas en su afán de garantizar el orden interior y la seguridad ciudadana.

En Ciego de Ávila, dos jóvenes mujeres integran las filas de este cuerpo perteneciente al Ministerio del Interior (Minint), en las que quiso la coincidencia que ambas tengan 26 años, ostenten el mismo grado de segunda suboficial, y las una su condición de madres.

Geiny Sánchez Ugarte y Ana Mary Meriño Rodríguez llegaron por vías diferentes a la Unidad Integral de Vigilancia y Patrullaje de la provincia. De diferentes graduaciones, pero identificadas desde pequeñas por una profesión que demanda altas dosis de sacrificio, consagración y valentía.

A Geiny la autoridad y distinción que otorga el uniforme de una de las oficiales de la motorizada le despertaron admiración desde niña, eso la motivó a realizar las pruebas para ingresar a la institución.

Pasé por la etapa de selección, aprobé los exámenes y fui entonces a la escuela. Hace cuatro años que ingresé y resultó un poco difícil al coincidir con el comienzo de la COVID-19, pues lo que era un curso de seis meses duró casi un año y esa etapa fue muy dura por las restricciones epidemiológicas, recuerda la joven.

Para Ana Mary el camino fue similar, aunque con la misma determinación desde pequeña de formar parte de la Policía Nacional Revolucionaria. Una vez terminada la etapa estudiantil, durante la pandemia, pasa a integrar las filas del orden en su municipio Venezuela, después se interesa por el trabajo en las patrullas, el que defiende hoy.

En el caso de estas combatientes, como cualquier mujer, enfrentan la doble responsabilidad: en el trabajo y el hogar, con todas las complejidades que ello conlleva en los tiempos actuales.

Me he destacado y he recibido algunos reconocimientos. No es fácil porque terminamos aquí, luego a hacer los quehaceres de la casa y atender los niños. Y la calle está complicada porque tenemos que convivir con personas que se ponen un poco violentas e irrespetuosas. A otras le faltan esos valores que se han perdido, pese a eso las atendemos con nuestra mejor cara, ante el compromiso de cuidar al pueblo, comenta Ana Mary.

El apoyo desde la retaguardia siempre es importante. “Si yo estoy aquí, se lo agradezco en gran medida a mi madre, pues tengo dos hijas y a veces se me hace difícil, pero con la ayuda de ella voy saliendo adelante,” afirma la joven.

Cada día uno se esfuerza por ser mejor. Y la Policía me ha engrandecido como mujer, progenitora, ser humano. Me siento orgullosa de mí misma, dice Ana Mary y se le dibuja en el rostro una sonrisa de satisfacción.

Para Geiny tampoco ha sido sencillo llevar las dos funciones, pero siempre tiene presente la responsabilidad de salir adelante ante las dificultades. Su pequeño hijo fue operado a corazón abierto para corregir una Pentalogía de Fallot, ante lo cual tiene el apoyo incondicional de la familia y sus compañeros de labor cada vez que necesite cuidarlo. No obstante, “eso no me impide asistir a mi trabajo, ni estar en el enfrentamiento”, afirma.

Ambas resaltan la importancia de la cortesía y el respeto a la hora de poner una multa o un decreto al público infractor en la vía. Se prioriza la función educativa para evitar accidentes, entonces las personas se van un poquito más conformes, comentan.

Como parte del pueblo, ellas y sus compañeros, afrontan los mismos problemas y necesidades apremiantes de la Cuba actual. Sin embargo, el cumplimiento diario del deber y la atención lo mejor posible a los ciudadanos es premisa fundamental en el actuar de estas fuerzas del orden.



Las dos suboficiales coincidieron en el enorme compromiso y orgullo de portar el uniforme, sobre todo por lo que conlleva el enfrentamiento al delito todo el tiempo, cuidar a la población y a sí mismas.
Para estas avileñas integrar las filas del Minint representa un sueño cumplido, más ahora que conocen bien la importancia de su papel para la sociedad contemporánea.

Pese a los desafíos constantes no se rinden, e incluso evocan el ejemplo de otras cubanas de nuestra historia que supieron crecerse ante las dificultades, entre ellas Mariana Grajales, Vilma Espín o Celia Sánchez. Y es así como la mayoría del pueblo las reconoce: heroínas uniformadas en el cumplimiento del deber.

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