Por Yirmara Torres Hernández
Un amigo que quedó solo a cargo de su hijo adolescente, tras el fallecimiento de su esposa, y me comentaba el pasado Día de las Madres, no sin su poco de razón, que el segundo domingo de mayo era también su día, pues él era “madre y padre a la vez”.
¿Cuántas veces no hemos escuchado esa expresión, sobre
todo en boca de mujeres que tienen que enfrentar solas la crianza de sus hijos
e hijas?
¿Se puede ser madre y padre a la vez? ¿No se esconderán
detrás de esa frase todas las ideas estereotipadas que tenemos de lo que es ser
madre y padre?
Yo le expliqué que no me siento padre, que mi hijo tuvo
un padre excepcional al que nunca podré igualar, que soy una mujer a la que le
ha tocado terminar sola la tarea de educarlo.
Mi amigo no me entendió. Él, que es un padre de oro, de
los que aún en vida de su esposa no escatimaba en tiempo y amor para sus hijos,
arrastra siglos de educación patriarcal, que lo hacen dividir el papel de una
madre del de un padre.
Por eso él, que hoy mismo asume todo el cuidado de su
hijo, prácticamente sin ayuda externa alguna, sigue pensando que es también
madre, porque en el imaginario social, madre es más que padre.
La madre, según los cánones establecidos, es quien da a
luz, amamanta, cuida, protege y alimenta. Es la encargada del aseo en general,
del lavado de la ropa, de limpiar y de cocinar.
El mismo mandato dice que el padre provee, impone la
disciplina, juega y saca a pasear. Y hay una frase, por suerte cada día más
obsoleta, que asegura, que “padre es cualquiera”.
Quizás la muestra más fehaciente de cuánto se le continúa
atribuyendo a la madre la mayor responsabilidad en el cuidado de los hijos
radica en la Licencia de Maternidad, que persiste así, aunque hoy los padres
puedan acogerse a ella.
Varios mitos aseguran que cuando el niño o la niña
enferman, siempre quieren a su mamá. Dicen que nadie deja la ropa blanca y sin
manchas como la madre y que un hombre es incapaz de tener una casa organizada.
Así, más o menos, se comprendían absolutamente la
maternidad y la paternidad hasta hace unos años. Pero, ¿cuánto han cambiado
estas concepciones? ¿Se puede hablar hoy de diferencias tan marcadas entre
ambas funciones?
Las transformaciones en
los estereotipos de género, asumir que la mujer y el hombre pueden jugar los
mismos roles en el hogar y en la vida profesional y social, ha roto en pedazos
las teorías que separaban a la maternidad de la paternidad.
No quiero decir con esto que no existan diferencias entre
una y otra. Desde la concepción, ambos llevan su cuota de responsabilidad. Los
diferencian el óvulo y el espermatozoide, el que ella lleve a la criatura en el
vientre, el parto y luego, el amamantamiento.
Pero incluso en esos momentos, en los que parece que la
madre lleva el protagonismo, el padre resulta fundamental.
En esencia, la paternidad y la maternidad son dos mitades
de una misma misión: la crianza de los hijos y las hijas. No hay recetas, no
hay cómo separar una de otra.
Cada madre y padre construye su forma de serlo, desde la
igualdad, desde la manera en que viven, en que se ganan la vida, organizan las
tareas del hogar y el cuidado de su prole.
No hay un modelo de familia ideal por quienes la componen
como padres. No hay una familia normal y otras anormales.
No está escrito que un hijo sea más feliz porque crezca
con su madre y su padre. Hay niños felices que crecen con sus abuelos, con dos
padres, con dos madres, con sus tíos, con padres adoptivos, con hermanos o con
uno solo de sus progenitores.
Lo que define la maternidad y paternidad ideales es el
amor que se entrega, el tiempo que se dedica y la educación que se ofrece.
Mi amigo que lava, limpia, cocina, organiza la casa, ale
a hacer las compras, paga las cuentas, lleva la leche cada mañana a la cama de
su hijo, vigila si tiene fiebre o le duele la cabeza y que acomodó sus trabajos
para poder estar más pendiente de él, dice que es madre y padre.
Es cierto que, tradicionalmente, eso es lo que hace una
madre; pero no quiere decir que sea lo correcto.
Tú, mi amigo, no tienes que ser madre o compararte con
ellas; ¡eres un padrazo y con eso se dice todo! ¿Quién dijo que ser madre y
padre son dos cosas diferentes? Cuando eres bueno, no hay fronteras que dividan
la maternidad de la paternidad.
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