Por Marilys Suárez Moreno
Creo que fue Machado Ventura quien dijo que si genial, oportuna y verdaderamente reivindicadora fue la idea de Fidel de crear el 23 de agosto de 1960 la Federación de Mujeres Cubanas, también lo fue su acertada decisión de poner al frente de la naciente organización femenina a Vilma Espín Guillois.
Visionaria elección la suya. Y sí, fue la valiente joven santiaguera la que hasta su muerte presidió la emblemática organización femenina, que la tiene como su Presidenta eterna. Vilma, la mujer que escogió el camino de la lucha revolucionaria sin apartarse de ese rumbo, porque ésta formaba parte intrínseca de su vida; la que eligió, como forma de defender la Revolución, demostrarnos que el compromiso y el amor pueden alcanzarse cuando se defienden, como lo hizo ella desde la clandestinidad y en el II Frente Oriental Frank País.
Con el honor rebelde en sus raíces, supo de
desvelos y contiendas guerrilleras, porque prefirió vivir del lado del deber y
la justicia. Junto a Frank País se volvió empeños, arrojo y dulzura en el seno del movimiento 26 de Julio en su
Santiago de Cuba.
Ella, la joven que protestó contra la
ilegalización de su querida Universidad de Oriente, donde fue pionera en los
estudios de Ingeniería Química, sin dejar de manifestarse en las calles, cara a
cara con los esbirros de la tiranía y que, sin dudarlo, participó en el
alzamiento armado del 30 de noviembre de 1956
bajo las ordenes de Frank, como parte de las acciones previstas para la
llegada del Granma. Entonces convirtió su casa en cuartel general del
Movimiento, hasta su incorporación posterior al Ejército Rebelde, transformada
en guerrillera.
La santiaguera intrépida a la que le tocó vivir
en una época marcada por la historia, mientras se forjaba la suya a golpe de
noches oscuras de sangre, cuando Cuba se dolía de su tiempo y se crecía rebelde
en las montañas orientales. Ella, la dueña de nombres y personalidades como
Alicia, Deborah, Mónica, Mariela, con algunos de los cuales nombró después a
sus hijas.
La mujer que tomó las riendas de la Federación de Mujeres Cubanas y con fervor, sencillez y humildad libró desde sus filas quijotescas batallas, haciendo que las mujeres se levantaran contra siglos de discriminación y prejuicios, librando contiendas más difíciles y tenaces, quizás, que las emprendidas en las propias luchas libertarias.
Fue también la defensora de los derechos
femeninos, batalló junto a las cubanas para que se insertaran en la producción
y el estudio, se convirtieran en artífices del desarrollo del país. Trabajó
para crear las condiciones económicas, jurídicas, sociales, culturales e ideológicas que les garantizaran
el pleno ejercicio de la igualdad, que la Revolución proclama como uno de sus
principios y consagra como voluntad política del Gobierno y Estado cubanos.
Escucha aquí:
Vilma, la sensible y audaz heroína que desde siempre proclamó su lealtad a Fidel y a la Revolución y que, desde las más altas tribunas y foros internacionales, defendió con ardor los derechos de la mujeres cubanas y del mundo entero, su realización personal y empoderamiento social, parte intrínseca de esa igualdad de género por la que tanto batalló.
La Vilma de voz suave y dulce, cuyo ejemplo es
hoy más necesario que nunca, rememorando unas palabras de Fidel; la compañera leal de
Raúl y la madre de una familia amorosa y abnegada.
A 17
años de su fallecimiento, su recuerdo
y ausencia pasa por reconocer su vida fecunda, legado, luchas, su entrega a la organización que fundara y
a la propia Revolución. Porque Vilma alienta
la grandeza de un país que tiene en sus mujeres la mejor representación de su
fuerza, la honramos desde la memoria y la capacidad creadora de cada cubana.
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