viernes, 8 de marzo de 2024

Charito, la lucha como divisa



Por Marilys Suárez Moreno

Entre las tantísimas mujeres cubanas que tejieron sus propias historias de vida, el nombre de Rosario Guillaume resalta por ser una de las organizadoras de la primera celebración del Día Internacional de la Mujer en Cuba.

La larga vida de Charito, como la llamaron, fue marcada por muchos acontecimientos; entre ellos sobresale su encuentro con Julio Antonio Mella, a quien había conocido de niño en casa de su padre Nicanor y su esposa Mercedes, en la calle Manrique, en Centro Habana.

Después de varios años, el reencuentro con el líder estudiantil, al que le unía una vieja amistad con su familia y su amor común por la revolución, le acompañaría toda su vida. En especial, Charito había intimado con Mercedes, la madrastra de Mella que crió a Lamy, el hijo de Nicanor, como a un hijo más, entre sus otros hermanos.

Mella amó reencontrarse con la amiga de su infancia, a la que llegó a considerar como otra madre. La dirigente obrera y el líder estudiantil y comunista se reconocieron en sus sueños por una sociedad más justa y en su amor y entrega a los destinos revolucionarios de Cuba.

Ella vio a Mella durante su visita a la Universidad, presidiendo una comisión de mujeres, cuyo fin era ofrecer apoyo a la Reforma Universitaria, de la cual el joven Julio Antonio fue paladín. Refiriéndose a aquellos momentos, la dirigente del Sindicato de la Aguja en La Habana, diría:

“Ya desde entonces las mujeres que luchaban por los derechos femeninos recordábamos las actividades de Mella, porque él a su vez se solidarizó con nuestras luchas (...) El advirtió que ningún movimiento revolucionario puede prescindir del factor femenino y entre las reivindicaciones que alentó estaban las que nosotras defendíamos”.

De hecho, para Rosario Guillaume, Mella era un joven de gran entereza moral, que tenía el encanto de seducir a las multitudes.

Infatigable luchadora y paradigma de los derechos de las mujeres, Charito y Panchita Batet, delegada de la Unión de Obreras de la Industria Textil, fueron artífices de la primera celebración en Cuba del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 1934, en el Centro Obrero de Cuba y en medio de la sangrienta dictadura de Gerardo Machado.

Charito, dirigente del Sindicato de la Aguja en La Habana, habló de derechos a conquistar, de seguridad y empleo y denunció la discriminación que padecían las mujeres. Mientras Panchita Batet, al frente del Sindicato Textil, llamó a la necesaria unidad de la clase obrera y las fuerzas femeninas.

Fue militante del Partido y su labor convergió con la de Mella, Baliño y Villena. Desde 1918 estuvo en la dirección del Frente Femenino, fue fundadora de la Liga Antimperialista y delegada de los tres primeros congresos del Club Femenino de Cuba, entre otras muchas tareas y responsabilidades de su largo accionar revolucionario.

Pero, además, Charito participó en la toma de La Universidad junto a Mella y Villena, y dirigió también a las mujeres campesinas y las obreras de los sindicatos. Al triunfo de la Revolución cubana se involucró en cuantas movilizaciones y eventos hubo, asistiendo además al primer Congreso de la FMC y, antes, fue una de las representantes cubanas al Congreso Continental de Mujeres, celebrado en Chile en 1959.

Asimismo, formó parte del primer ejecutivo de la Federación de Mujeres Cubanas, organización que la distinguió con las medallas XX Aniversario y Ana Betancourt.

Ella, cuya divisa era luchar por la felicidad en la tierra, estuvo por presente de un modo peculiar en el primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, porque, aunque falleció en vísperas de su celebración en 1975, parecía estar presente en todas las intervenciones y en el amor y el respeto de Fidel.

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